El periodismo desde el otoño de un periodista

 El periodismo desde el otoño de un periodista

Anel Beliz es un veterano periodista y comunicador que a sus 95 años aún escribe artículos y desarrolla su propio sitio web personal.

“A mis 95 años cumplidos y más de 70 desde la época que viajé a Estados Unidos a estudiar los recuerdos pasan volando como una película en retroceso.” Anel Beliz

por Luis Alberto Díaz / Al Día Panamá 

Anel Beliz Silva es uno de esos amigos con los que disfruto conversar. A menudo charlamos sobre el Panamá del siglo veinte, la cultura de nuestro pueblo, la política o cualquier otro tema que surja en nuestra conversación. No hay límite ni fronteras en cuanto al tópico a tratar. Recientemente, sostuvimos una amena conversación sobre el periodismo nacional y la formación académica del periodista. Comparto en este artículo las ideas de este veterano de la comunicación social.

Cuenta Anel, cuando le pregunté sobre el motivo que le hace escribir algunos de sus recuerdos y experiencias a casi un siglo de vida, que en el otoño de su vida surgen los recuerdos de su interés por ser periodista, su viaje a las universidades norteamericanas en las que estudió, y sus experiencias y actividades estudiantiles en los 1950.

Como todas las cosas, ese interés por abrazar una profesión tiene su comienzo. La sociedad a mediados del siglo veinte estaba cambiando y, también, la era de las comunicaciones. La radio dominaba el mundo de la información y nacían nuevas formas de hacer periodismo. Por eso, el entonces joven Anel, deseoso de convertirse en periodista, decidió comprarse un aparato de radio «hallicrafter», para escuchar, a las 6 de la tarde, hora de Panamá, las noticias que radiaba desde Londres Edward R. Murrow, para la cadena CBS, informando sobre los grandes acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial que se vivían desde el frente de batalla. 

Murrow fue director de la oficina londinense de la CBS y para muchos el mejor corresponsal de guerra, a quien Anel tendría el privilegio de conocer en la Universidad de Drake, en una conferencia que Murrow dictó sobre sus experiencias en Europa durante la Guerra.

Para Anel, el punto de inflexión para convertirse en periodista se dio cuando la Universidad de Drake le notificó que le había otorgado una beca completa para estudiar en dicha institución. No dudó ni por un instante qué campo escogería para estudiar. Eligió el periodismo y se convirtió, así, en el primer panameño becado por dicha universidad y el primero que estudiaría esa carrera a nivel universitario en los Estados Unidos. Y allá marchó animado en medio de la alegría de sus padres y su familia, por haber obtenido la mencionada beca.

No faltó quién intentara disuadirlo de estudiar periodismo, porque no le veían éxito profesional en tal carrera. Quizá esos intentos de dirigirlo hacia otro campo de estudio tenían su fundamento en que, para aquel entonces, se pensaba que ser periodista no requería una preparación académica elevada y menos que pudiera ser una profesión importante y bien remunerada, a pesar de tener algunos periodistas muy buena reputación y reconocimiento por parte de la comunidad. Por esos años de mediados de siglo era común que a los jóvenes se les instara a escoger carreras que le aseguraran un mejor futuro económico. Había que estudiar medicina, abogacía, ingeniería o arquitectura, que eran las profesiones liberales de la época. Pero eso no desanimó al entonces joven Anel. El deseo por estudiar periodismo lo llevaba dentro y decidió afrontar todos los obstáculos. 

La inolvidable experiencia en Drake

Y llegó la hora de viajar y pisar el campus de Drake por vez primera. Recuerda Anel que al ir buscando preguntó por la ubicación de la escuela de periodismo. Con tono jocoso cuenta:  “era tal mi entusiasmo que no me había percatado que  ya estaba en el vestíbulo de la escuela. 

Drake University, ubicada en la ciudad de Des Moines, Iowa, en el medio oeste de los Estados Unidos, era, por entonces, una de las mejores universidades para estudiar periodismo. 

Ingresar a una universidad norteamericana no era fácil en aquella época para los latinoamericanos. La barrera más grave era aprender el idioma inglés, especialmente para aquellos que estudiarían carreras cuyo dominio era básico para ejercerlas.  Tal era el caso del periodismo.  Y, como era de esperarse, los profesores no solían ser muy complacientes con los alumnos, para disculpar las fallas por causa del desconocimiento del idioma y en el aprovechamiento de las lecciones; para ellos, aprender el inglés era responsabilidad del estudiante. 

Pregunto a mi amigo Anel cómo resolvió el asunto y responde: “nos veíamos obligados a inscribirnos en algunos cursos especiales para afianzar el conocimiento del inglés. Encontrábamos, entre los estudiantes norteamericanos, algunos compañeros amigos que deseaban ayudarnos e intercambiábamos esfuerzos al enseñarles español y ellos, a su vez, a nosotros el inglés.”

La mayor exigencia, señala Anel Beliz, era que la beca otorgaba gratuitamente los estudios, siempre y cuando mantuvieran los estudiantes un índice académico elevado. Si fallaban en un semestre, se les sometía a prueba por otro semestre y de no mejorar las notas se le cancelaba la beca. Eso le obligaba, al igual que los otros becados, a hacer esfuerzos mayores que el estudiante común. Por lo demás, la vida universitaria en los Estados Unidos le pareció agradable. Había actividades de todo tipo para aquellos estudiantes que no tuvieran recursos para los gastos extras, como era su caso, a pesar de que sus padres le enviaban una mensualidad para cubrir sus necesidades.

Algo común para la mayoría de los estudiantes que estudian en los Estados Unidos es buscarse un trabajo parcial para ayudarse. Anel no fue ajeno a esa experiencia. Realizó varios trabajos, como: estacionar autos en la temporada de la Ópera, en enero y febrero, con temperaturas de 10 y 20 grados bajo cero, y de salonero en un restaurante. “Lo mejor que tienen los estudiantes en los Estados Unidos -relata Anel- es que la comunidad los ayuda y siempre se les prefiere cuando hay oportunidades de trabajo.”

El título de licenciatura no era suficiente

Anel Beliz recibió su licenciatura en periodismo en el año 1950, lo que consideró como un gran triunfo en aquella etapa de su vida. Temprano se dio cuenta que el mundo estaba cambiando y las nuevas carreras en comunicaciones se iniciaban en las universidades. Una licenciatura no era suficiente. Decide solicitar cupo en la Universidad de California en Los Angeles (UCLA), que era la institución más avanzada en la enseñanza  de las comunicaciones modernas de la época y con un reconocido prestigio internacional. Allí fue aceptado para tomar la Maestría que anhelaba. Por entonces eran estudios especializados, que cubrían: periodismo, televisión y relaciones públicas. Solo aceptaban 20 estudiantes por curso y muy pocas personas estudiaban maestrías.

“Recibí mi Maestría en (UCLA) en 1951. La sorpresa mayor la tuve cuando, en la ceremonia de graduación, el personaje que firmó y entregó el diploma a los 20 graduandos con Maestría fue el gobernador del Estado de California, Earl Warren, quien luego sería precandidato presidencial y, posteriormente, presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos. Como tal, fue designado para presidir la Comisión Federal Warren, encargada de la investigación del asesinato del Presidente Kennedy”, comenta Anel.

Su interés primordial al terminar los estudios era dedicarse al periodismo y a la docencia. Entre los proyectos que deseaba desarrollar estaba la creación de la escuela de periodismo en la Universidad de Panamá. Desde UCLA decide escribir una carta al Dr. Octavio Méndez Pereira, Rector de la Universidad de Panamá en aquella época, sugiriéndole la creación de la escuela.

“Ya había conversado al respecto con el decano de la facultad de periodismo de UCLA, doctor Joseph Brandt, solicitándole ayuda académica”, rememora Anel.  El decano le prometió su colaboración inmediata y le sugirió algunas ideas para el proyecto. El doctor Brandt era un gran periodista y prestigioso docente. Además, también fungía como editorialista del renombrado diario «Los Angeles Times», uno de los más importantes de los Estados Unidos. 

La carta al rector Méndez Pereira nunca fue contestada. Quizá quedó guardada en los archivos de la Universidad o entre los documentos personales históricos del Dr. Octavio Méndez Pereira.

De vuelta al país

Al regresar a Panamá venía con un gran entusiasmo por iniciar su carrera y ver qué oportunidades le ofrecía el país. Cuando volvió a suelo patrio después de terminar la maestría, ya la escuela de periodismo había sido fundada, por lo que se incorporó como docente. Duró poco allí, al darse cuenta que debía concentrarse en otros proyectos profesionales.

“La docencia me encantaba y me hubiera quedado allí, porque estaba entusiasmado con ese proyecto, pero los salarios de entonces en la UP no cubrían mis necesidades”, subraya Anel de aquella experiencia. Como todo profesional que inicia su carrera, él tenía aspiraciones elevadas y esperaba que satisfacieran sus expectativas.

“Cuando ingresé como profesor a la escuela de periodismo, los primeros estudiantes eran un grupo desigual, adultos ya cierto número de ellos.  Me pareció que algunos no captaban la importancia y responsabilidad que significaba llegar a ser periodista; de tener vocación periodística genuina para estudiar esta profesión.” Así resume Anel Beliz su primera impresión como docente de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Panamá.  Acto seguido, añade: “Mi ambición para la  escuela y sus estudiantes era, tal vez, demasiado exigente. Sin embargo, encontré varios estudiantes buenísimos que, años después, se distinguieron profesionalmente.” 

Una anécdota que le resultó interesante fue la siguiente: cuando fungía como profesor se le ocurrió solicitar ayuda a la Embajada de los Estados Unidos, por sus contactos personales con el Embajador Jack H. Vaughn.  Acudió a una cita con él acompañado de una estudiante, presidente de la asociación de estudiantes de periodismo, en esa época. Quiso aprovechar su amistad con el embajador de aquel tiempo, con el fin de obtener equipos para la escuela, incluyendo el intercambio de profesores y becas para estudiantes, asuntos que ambos habían conversado y con los que el embajador estaba de acuerdo. 

Por cuestiones de ideologías políticas de algunos grupos estudiantiles dentro de la casa de estudios, el proyecto no fructificó, ya que, en aquellos años, la Universidad estaba muy politizada y los grupos de izquierda «no querían aceptar nada del imperialismo yankee”, según le dijeron algunos de ellos. Esta gran oportunidad se perdió y los afectados fueron los estudiantes y la escuela, lo cual decepcionó muchísimo a Anel.

 

Al concluir el semestre, decidió renunciar a la Universidad y encaminarse hacia varias ofertas que le permitieran tener mejores ingresos en el campo de la comunicación.

Más allá del aula de clases

A esta altura de la conversación le pregunto si le ofrecía el país, con estudios tan elevados para la época, la oportunidad de hacer carrera en el campo de la comunicación fuera de la docencia universitaria.  Así responde: “Yo no tenía planes permanentes para dedicarme de lleno a trabajar, porque no había decidido si me quedaba en Panamá o aceptaba las ofertas de trabajo que me ofrecían en los Estados Unidos.”

Tenía ya familia y el salario de periodista que solía pagarse en el país en aquella época no era suficiente para satisfacer las necesidades familiares. Su familia tampoco quería regresar a Estados Unidos, lo que en el fondo le hacía casi obligatorio quedarse en Panamá. Se le plantea, entonces, el dilema de qué hacer; cómo cumplir con su responsabilidad familiar y realizarse profesionalmente en la carrera que eligió estudiar.

Al decidir quedarse y enfrentar la realidad del mundo profesional panameño fue alejándose poco a poco del periodismo y concentrándose en el campo de las Relaciones Públicas, que ofrecía mayores y mejores oportunidades y era una profesión afín al periodismo. 

Fue entonces cuando obtuvo, mediante concurso, la oportunidad para trabajar como Director de la Oficina de Información y Relaciones Publicas del Instituto de Asuntos Interamericanos, agencia del Departamento de Estado de los Estados Unidos, precursor de la AID, que iniciaba sus operaciones en  Panamá en el área de la salud, educación y la agricultura, según acuerdo suscrito entre nuestro país y el gobierno norteamericano. Allí fue en donde conoció al después embajador Jack H. Vaughn, convirtiéndose en amigos entrañables.  El Presidente Johnson designó a Vaughn Embajador de Estados Unidos en  Panamá, a raíz de los dolorosos hechos del 9 de Enero de 1964, después que Panamá rompiera relaciones diplomáticas con dicha nación.

Ser periodista en Panamá

Para dos periodistas como Anel y yo nunca falta el tema del periodismo panameño de ayer y de hoy. Y a él dedicamos parte de nuestra conversación.

Uno de los grandes obstáculos que impide el mejoramiento del periodismo en Panamá es la exigua remuneración y la falta de seguridad laboral que ofrecen, todavía hoy, los medios a los periodistas. Al respecto Anel destaca: “No sé por qué algunos propietarios de las empresas de medios de comunicación consideran, siempre, que en lo primero que hay que ahorrar es en el salario del periodista, cuando el periodismo se ha convertido en una profesión que exige ingentes sacrificios para quien la ejerce; desde la larga jornada laboral y el trabajo diario bajo constante presión, hasta sacrificar el tiempo que ha de dedicarse a la familia.”  El periodista debe, incluso, dedicar tiempo de su recargado horario para la “permanente autoformación que requiere para elevar su intelecto y alcanzar el grado de cultura necesario para el buen ejercicio del periodismo, lo que muchas veces no se puede lograr.”  Eso sin contar que, en la actualidad, el periodismo se ha convertido en una  de las profesiones más peligrosas. 

“He conocido extraordinarios periodistas de ayer y hoy, que han tenido que trabajar en varios empleos para poder subsistir”, señala Anel.

En este punto de la conversación se hace necesario apelar a los recuerdos de quien tiene más experiencia de vida. Por ello le pregunto acerca de aquellos periodistas de ayer. 

En mi carrera de más de 70 años -dice con gran entusiasmo- he conocido periodistas excelentes; la mayoría ya fallecidos, como por ejemplo: el profesor Mario Augusto Rodríguez; Juan Carlos Duque, fallecido prematuramente; José Agustín Cajar Escala, Leonidas Escobar y el doctor Renato Ozores, pilares de La Estrella de Panamá, caballerosos y conocedores de los secretos del periodismo.  A Guillermo Vega, quien colaboró con nosotros en la Revista «18» y Moisés Torrijos Herrera, quienes abandonaron el periodismo para servir como diplomáticos. Asimismo ocurrió con Escolástico “Fulele” Calvo, periodista autodidacta proveniente de las clases más humildes, quien asumió la jefatura editorial de la Editora Renovación, y quien también fungió como Cónsul General en Amberes, durante el periodo de los militares, y reconocida figura del periodismo del género tabloide.

Recuerdo o puedo mencionar, también, a Mario Velásquez, el primer y mejor narrador de noticieros de televisión que ha tenido Panamá y fundador del Departamento de Noticias de Televisora Nacional, Canal 2.  Mario era creativo y rebuscaba la noticia donde estuviese y no esperaba que la noticia llegara a él. A Luis A. Noli, corresponsal de la Prensa Asociada por largos años y la más importante agencia de noticias del mundo en aquella época. A otros como Cristóbal Sarmiento o Mélida Sepúlveda, quien llegó a ser directora del Panamá América, a pesar de ser mujer, ya que en esa época había muy pocas mujeres dedicadas a esta profesión.

También puedo mencionar al columnista Gil Blas Tejeira, quien, además de periodista, era un gran escritor y narrador de la vida de los pueblos interioranos. Luis «Lucho» Botello e Indalecio Rodríguez, quien se desempeñó como docente universitario y corresponsal de importantes agencias de noticias y periódicos extranjeros, entre ellos El Tiempo de Bogotá. Otro que recuerdo es a George Westerman, distinguido periodista de origen afro antillano y propietario del semanario Panama Tribune, impreso en idioma inglés y vocero de la población panameña de descendientes de los afro caribeños que llegaron a Panamá para laborar en la construcción del Canal.

El periodista Westerman no solo fue un gran periodista, sino un caballero en toda la extension de la palabra. En el gobierno de don Ernesto de la Guardia, este Presidente lo distinguió con el nombramiento de Embajador Alterno en las Naciones Unidas.  Una calle de la ciudad hoy lleva su nombre.

Panamá ha tenido muchos periodistas que han dejado su huella en el periodismo nacional. Uno de ellos es Guillermo Rodolfo Valdés, hijo de ese gran periodista, escritor y columnista, Ignacio «Nacho» Valdés, autor de la letra de la marcha Canto a la Bandera. 

Guillermo Valdés -a decir de Anel Beliz- fue uno de los periodistas más completos de su generación. Colega entrañable para él, era un periodista extraordinario y multifacético. Se inició como periodista todavía en el Colegio La Salle y al terminar sus estudios pasó a la radio a escribir noticias y libretos para novelas, en la época de oro de las novelas radiales. 

Con gran respeto y admiración, Anel recuerda que en una ocasión invitó a Valdés a trabajar en un proyecto que tenía en mente: Publicar una revista de bolsillo que creara interés político y social: la Revista 18, que desde su inicio causó sensación en el país. “Escogimos como Director a Jaime Padilla Beliz, mi primo, quien posteriormente fue a estudiar periodismo mediante beca del gobierno norteamericano e inició así su carrera de periodista, fundando años después el diario El Siglo.” 

De la Revista 18 imprimíamos ocho mil ejemplares semanales y salía a la calle los sábados al mediodía. Se agotaba rápido, ya que solo costaba 10 centésimos. No imprimíamos más porque el equipo de imprenta, en esa época, no podía producir más”, explica Anel. 

Valdés participó con entusiasmo en ese proyecto. Además, fue un periodista que conocía todas las artimañas del periodismo y él podía encargarse, por sí solo y sin ayuda, de producir la edición de cualquier diario. 

El expresidente doctor Harmodio Arias Madrid, propietario de El Panamá América, ponderó la Revista «18»  en cuyos talleres se imprimía.

Personajes del periodismo panameño

El periodismo brindó a Anel Beliz la oportunidad de tratar a diversas personalidades del periodismo panameño, como al expresidente doctor Harmodio Arias Madrid, importante figura del periodismo en Panamá por sus empresas periodísticas, que ejercieron una gran influencia en la política y en la vida nacional a mediados del siglo pasado, y a don Tomás Gabriel Duque, propietario de La Estrella de Panamá, y su hermano don Alejandro Duque. Personas muy influyentes en el mundo del periodismo nacional de la época.

Del doctor Arias, Anel recuerda que no solo era una personalidad importante como periodista y abogado, sino uno de los panameños más instruidos de su época. Él dirigía y participaba en todas las fases del periodismo. Era muy reservado y  pocas personas podían conocerlo intimamente.

A raíz de esa experiencia Anel tuvo la oportunidad de mantener una gran amistad con sus hijos, Gilberto y Roberto Arias, con quienes participó en varios proyectos de importancia, entre ellos la creación de la revista SIETE. 

Como anécdota menciona que en algunas ocasiones visitó la redacción de la revista el doctor Ernesto Guevara, cuando vivió en Panamá, en la que contribuyó con uno que otro artículo sobre salud, años antes de convertirse en el mundialmente reconocido «Che» Guevara.

“Unos años después, también fundamos el diario tabloide ‘Hoy’, publicación que fue novedosa en diferentes aspectos como la creación de las columnas de opiniones populares, con glosas cortas y precisas, usando  nombres propios, con información verídica y fotografías oportunas”, señala Anel. 

Ese periódico se hizo en colaboración con el recordado periodista Luis «Lucho» Botello y dejó de publicarse unos cinco meses después, por falta de recursos económicos.

 

El periodismo panameño del siglo XX

El periodismo en Panamá puede dividirse en dos etapas: antes de la dictadura militar y después de ella. Según Anel Beliz, anteriormente era más agresivo y los periodistas mejor preparados y con una cultura más amplia, como Mario Augusto Rodríguez y Jose Cajar Escala, quienes dominaban el idioma y ganaron valiosos premios, entre ellos el premio Ricardo Miró, máximo certamen panameño de literatura. Los periodistas jóvenes de hoy, en cambio, carecen de la preparación de los de aquella época, porque la educación de ayer era más profunda y completa. La actual parece muy superficial.  Hay materias necesarias que se ofrecían ayer, que ni siquiera se conocen hoy en los programas educativos.

Un hito en la historia del periodismo panameño lo marca el golpe de estado de los militares en 1968. Los militares controlaron todos los medios a través de diferentes métodos y, dolorosamente, algunos periodistas se plegaron al militarismo. Periodista que no lo hacía era perseguido o enviado al exilio.

Una década después del Golpe se fundó La Prensa, la cual fue apoyada por una gran mayoría de panameños deseosos de recuperar la libertad de expresión en el país. 

Este diario, así como sus redactores, sufrió gran persecución y muchos de sus periodistas se jugaron sus vidas y otros sufrieron el exilio, como ese gran escritor y periodista, Guillermo Sánchez Borbón, Roberto «Bobby» Eisenmann, fundador de La Prensa, y Alberto «Betito» Quirós Guardia, la voz radial de oposición más reconocida. 

Eran tiempos en que el periodismos debía ejercerse en un ambiente de temor, creado desde el mismo centro de poder contra quienes quisieran hacer un periodismo independiente. Hubo un oscurantismo noticioso que ojalá no vuelva a ocurrir jamás en nuestro país.

El periodismo en la vida democrática 

Hoy día tenemos un periodismo libre, pero aún supeditado a lo que diga el oficialismo. La mayoría de las noticias provienen de fuentes oficiales acompañadas, en ocasiones, con una cartera de anuncios estatales que influye en la independencia de los medios. Hay mucho temor de publicar algunas noticias de fuentes independientes, porque en medios como los digitales, los periodistas se ven empujados a auto censurarse para poder sobrevivir. 

Los gobiernos de América Latina, incluyo al nuestro, no les agrada la crítica, ni siquiera las observaciones positivas, observa Anel con ojo “buen cubero.” Apenas llegan al poder -continúa- los gobernantes se sienten emperadores y no corrigen los errores que les señalan los medios, porque creen que tienen derecho de hacer lo que le viene en gana y, por ello, aunque sean honestos algunos, los medios y la opinión pública los consideran cómplices de la corrupción.

Ante ese panorama, existen voces esperanzadoras en el periodismo panameño. “Admiro, hoy, con gran respeto e interés, el periodismo investigativo del colega Rolando Rodríguez y su grupo de periodistas investigadores del diario La Prensa”, apunta Anel. “Es un profesional valiente, con un deseo de descubrir y revelar todo lo incorrecto para denunciar, caiga quien caiga, a aquellos que prefieren escoger el camino torcido en detrimento del buen manejo de la cosa pública, tarea que debe defender todo buen periodismo.” Igualmente, “admiro el equipo de periodismo televisivo que labora en el programa RADAR, liderado por Sabrina Bacal, con sus distinguidos y valientes invitados.”

 

“Hay un grupo de nuevos periodistas, muchos del sexo femenino, producto de la Escuela de Periodismo de la Universidad, algo positivo para esta profesión. Estas jóvenes han crecido con las tecnologías nuevas, las cuales están aprovechando para informar mejor, más rápido y al día las noticias y, sobre todo, son periodistas honestas, serias y trabajadoras, que están enfrentándose a la corrupción. Periodistas como Adelita Coriat, que desarrolla temas interesantes, o Flor Mizrachi, siempre inquisitiva, son ejemplo del posicionamiento de las jóvenes periodistas en la actualidad.”

También es de admirar el trabajo que hace La Estrella de Panamá, bajo la presidencia del licenciado Eduardo Antonio Quirós, periodista serio, y por cuya iniciativa se publican los artículos que recuerdan la historia nacional, que son de gran provecho para los jóvenes de nuestro país y convirtiéndola, así, en un referente de la información histórica de Panamá a través del periodismo.

Una de las grandes dificultades que tiene el ejercicio del periodismo en Panamá es el salario de los periodistas. En nuestro país, tradicionalmente, el periodista  gana poco. Por eso, en el tiempo que me inicié en la profesión -recalca Anel- me vi obligado a cambiar al campo de las relaciones públicas, carrera en la cual, como mencioné antes, también obtuve el título académico correspondiente. 

Ayer como hoy resulta peligroso abordar ciertos temas, tanto en el aspecto salarial como en el informativo. Si el salario mejora tendremos mejores periodistas, con mayor motivación para ejercer la carrera y con la posibilidad de competir por las mejores plazas en los medios de comunicación más exigentes.

Para Anel Beliz, “la Universidad tiene que fortalecer a la escuela de periodismo. El rector debe solicitar donaciones para desarrollarla y no esperar que el gobierno le dé todo.

La empresa privada también debe tomar mayor interés en el desarrollo y el progreso de la universidad y crear becas sin el temor de que los fondos se vayan a perder.  Hacerlo de manera decidida y entusiasta, como en otras latitudes, que hasta edificios donan y patrocinan, como el caso de la universidad donde estudié, donde un hombre de negocios donó el edificio de la escuela de periodismo. La empresa privada no debe temerle al periodismo, antes bien, debe apoyarlo, dentro de la ética y los valores que exige la verdad.”

La evolución de la profesión periodística

El periodismo tiene una particularidad y es que la noticia debe publicarse al momento. No puede esperar, porque entonces deja de ser noticia. No se le puede negar al periodista su sentido de responsabilidad en publicar la noticia al momento que esta ocurre.

He tenido la fortuna de haber vivido varias revoluciones tecnológicas en el periodismo, comenta Anel. Desde el papel, la tinta, las máquinas de escribir, el teletipo, la transmisión por satélite, el mundo de la internet y los celulares. La tecnología actual es una maravilla. No va a parar con nosotros. Y no sabemos lo que nos espera mañana. 

“Recuerdo que hace mucho, en una feria electrónica en Las Vegas, Bill Gates predijo, ante los asistentes, que íbamos a recibir y transmitir la información desde un reloj de pulsera tal como sucede hoy. Tenemos que preparar nuestra juventud con una buena educación, para lo que viene, y aprovechar la tecnología”, señala con contundencia Anel.

En cuanto al periodismo de ayer y hoy, Anel considera que es básicamente igual, “porque hay que buscar y saber presentar la noticia. La tecnología favorece al periodismo y al periodista si la sabe usar. No solo en el aspecto técnico, sino en el ejercicio diario de buscar la noticia y desarrollar el periodismo.” 

Cuando llegué graduado de Drake y UCLA -recuerda Anel- usábamos la máquina de escribir Underwood. Después de allí, el desarrollo de la tecnología ha sido rápido y violento.

Uno de los problemas que veo con la tecnología actual -añade- es que todos quieren salir en la pantalla de televisión o fotografiados en los sitios web de los periódicos, llenarse de “selfies” y de “likes” o tener miles de seguidores que repliquen cada comentario o hecho que suben a la red. La práctica en el periodismo de hoy parece anteponer el espectáculo a la noticia; la fama al profesionalismo. No por salir todos los días en la televisión o en las redes sociales disfrazado de “influencer” se sabe más.

Lo más interesante para el periodismo es la facilidad con la que hoy se transmiten y publican las cosas. Tenemos la ventaja que cada celular tiene una cámara de alta definición que puede usarse para todo. Si el periodismo usa esta tecnología para un trabajo profesional es una herramienta maravillosa. Sin embargo, se abusa de las redes sociales, especialmente quienes lo hacen para aspectos malignos. Cada persona con un celular se convierte en un periodista en ciernes. Será más difícil para los gobiernos y los políticos o la sociedad cometer irregularidades. Los bochinches y las “fake news” hacen daño y afectan la credibilidad del periodismo, aún cuando muchas de ellas no provienen de medios o periodistas profesionales.

Un consejo final

El consejo final que le da al periodista de nuestro país este veterano comunicador que vive su otoño, es el siguiente: “Los periodistas de hoy deben estar siempre alertas a dos peligros que son: la tecnología, que está ya sobrepasando a muchos de ellos, y la corrupción, que es una tentación constante para los buenos profesionales y que ha destruido, como lo hemos comprobado, a muchos  políticos y a algunos periodistas.” 

En cuanto a las nuevas tecnologías, es muy importante  estar siempre delante de ellas y no detrás, para no quedar desfasados como ocurre con algunos profesionales de cualquier otro campo. Además, ser muy prudentes con el uso de las redes sociales, que con facilidad destruyen en lugar de ayudar a construir.

El periodista necesita treparse cada día en la cresta de esta ola tecnológica. Tener la visión que el mundo no es la ciudad de Panamá, Chitré o David. Entre más conozca el mundo, le puede servir mejor a la sociedad. Quedarse en su pequeño universo local es la perdición para el periodista en el momento actual. A medida que se amplían el conocimiento y la experiencia, se sirve mejor a la sociedad.

Para Anel Beliz, “el periodista tiene que ser un autodidacta por antonomasia, desarrollar un sentido de constante superación y debe estudiar, leer y leer, porque la lectura es aprender.” No hay nada peor que un periodista inculto y carente del conocimiento intelectual que por profesionalismo y ética impone el ejercicio del periodismo. Si el periodista no aprende cada día, estará perdido.

Anel Beliz, además del periodismo y las relaciones públicas, también se desempeño como primer director panameño de Información y Relaciones Públicas del Canal de Panamá, director general del Instituto Panameño de Turismo y embajador en Francia. Recibió múltiples reconocimientos y condecoraciones por sus ejecutorias, entre ellos la Orden Manuel Amador Guerrero, recuerdos todos que donó a la Universidad de Drake, a petición de ésta, en donde reposan en una sala  especial dedicada a los egresados distinguidos de esa casa de estudios.

Luis Alberto Diaz