¿Qué tienen en común la educación y la basura en Panamá?

 ¿Qué tienen en común la educación y la basura en Panamá?

Estudiantes de una escuela son guiados por un miembro del Servicio Aeronaval durante un ejercicio de limpieza en su plantel. La acumulación de basura forma parte del paisaje urbano de nuestras ciudades y en algunos casos pone en riesgo la salud de la población escolar.

Vivimos en un país donde la educación parece basura y el reguero de basura por todo el país parece ser por falta de educación.

por Luis Alberto Díaz

Si hay dos cosas en la vida social panameña que saltan a la vista son la precaria educación escolar, comenzando por el estado deplorable de los planteles, y la acumulación de basura en las calles de las principales ciudades del país.

Nuestro sistema educativo necesita un cambio profundo de manera urgente, pero los intereses creados entre las autoridades y los gremios docentes impiden que eso ocurra. Por su parte, la Autoridad de Aseo, elevada a rango nacional por la incompetencia de un alcalde capitalino para recogerla, ha resultado un fracaso en los años que lleva. Aparentemente solo ha servido para incrementar la burocracia y para que algunos consentidos del gobierno cobren un sueldo jugoso por tratarse de una entidad con carácter de autoridad con mando y jurisdicción nacional.

El sistema educativo del país reclama innovadoras ideas que eleven al máximo posible el rendimiento y aprovechamiento académico. Por el régimen imperante, todo cambio es truncado y aplazado por largas discusiones y negociaciones entre las autoridades educativas y los gremios docentes, que casi siempre desembocan en el tema salarial que se antepone  al contenido del pensum académico y otros aspectos de la calidad de la educación.

Igual ocurre con el ente encargado de la recolección y disposición de la basura, cuya forma de administrar y ejecutar esos procesos resulta ineficaz, obsoleta y alejada de todo propósito tendiente a preservar con celo la higiene pública y el aprovechamiento de los residuos a través de un programa ordenado de reciclaje.

La educación nacional plantea retos ineludibles como la descentralización en la contratación de los docentes, su formación y evaluación periódica, mejorar la habitabilidad de las escuelas a través de un sistema de arrendamiento de edificios que garantice la calidad del ambiente escolar, dar en concesión algunas escuelas para que sean administradas y regentadas por un patronato donde el estado suministre el personal docente y los gastos de funcionamiento. También podría el estado aportar el personal docente en algunas escuelas privadas escogidas en un exigente proceso de selección, a cambio de que estas ofrezcan becas a los alumnos de las escuelas oficiales que tengan el promedio más alto. Las becas serían equivalentes al monto del salario de esos maestros y profesores, incluida la cifra que el estado paga en prestaciones a esos docentes.

También la Autoridad de Aseo debe ser sometida a un cambio profundo. Ha de convertirse en una entidad que se encargue de fiscalizar y organizar la recolección de la basura. Dicha recolección se dará en concesión a empresas privadas y la Autoridad de Aseo les pagará por la cantidad de basura que recojan. El pago se haría por tonelada métrica recolectada y el precio variaría si la basura está clasificada o no. La basura clasificada tendría un precio mayor y la que viene revuelta se pagaría a menor precio y los camiones y equipos correrían por cuenta de las empresas concesionarias.  La Autoridad de Aseo solo se limitará a pagar por la basura recogida y llevada a los vertederos. Para que este plan funcione debe eliminarse el cobro de la tasa de aseo a los propietarios de inmuebles y trasladarlo al momento de la compra de todo material o producto que sea susceptible de convertirse en basura como envases, cajas, plásticos, electrodomésticos que se convertirán en chatarra, muebles y otros.

Para vivir en un país donde la educación y la basura dejen de ser parientes cercanos es preciso hacer cambios profundos, partiendo de nuestra realidad cultural y, por qué no, política y social.

Luis Alberto Diaz