El fenómeno UBER
Por Luis Alberto Díaz
Uber enfrenta una ola de rechazo acusada de competencia ileg
La plataforma tecnológica que permite contratar el servicio de transporte privado sufre el embate de los taxistas en varios países. Bajo la acusación de competencia ilegal por ejercer la actvidad de transporte sin permiso, se enfrenta a demandas, protestas callejeras y ataques a su modelo de negocios por parte de los afectados.
Sus problemas internos también provocaron la renuncia de su jefe ejecutivo y co-fundador, Travis Kalanick, y bajo nuevo liderazgo se aboca a hacer cambios dentro de su cultura empresarial y su relación con los conductores. Ante este panorama, los vientos de transformación parecen soplar dentro y fuera de Uber.
Uber y otras empresas similares, que han seguido sus huellas, son el reflejo del cambio social provocado por la tecnología. La nueva generación que vive esta era tecnológica modifica su actitud con respecto al transporte. Es aquí donde radica el éxito de Uber. Las personas pertenecientes a esa generación tienen preferencia por transportarse de manera diferente al modelo centenario del taxi; incluso tienen tendencia al vehículo compartido, en vez de comprarse uno.
Es una nueva cultura que no asimila ni comprende el empresario del transporte de taxi. Incluso este fenómeno surgido de Uber afecta ya a otras empresas dedicadas al negocio del transporte, como las arrendadoras de vehículos. La nueva generación desea acceder al transporte de manera más expedita, en vez de utilizar el servicio de taxi en una ruleta aleatoria para lograr quien lo transporte o esté disponible para hacerlo mientras espera en una esquina. Lo mismo ocurre con el engorroso papeleo previo al alquiler de un automóvil.
Esta nueva cultura y este cambio social es lo que no parecen entender, aún, los que operan y explotan el servicio de taxi. Su problema no es ocasionado por Uber: Uber es la consecuencia de un problema ajeno a Uber y empresas similares. En muchos países las prácticas de los taxistas son percibidas por el público como algo abusivo, negativo y ofensivo. En el caso panameño, el negarse a llevar al pasajero porque no le conviene la carrera, subir al taxi a personas desconocidas violando el principio de transporte selectivo, los actos de violencia y grosería contra los pasajeros y otros conductores particulares son la causa del rechazo al taxi y la aceptación de Uber. Nueva cultura y mala fama ganada por el abuso conspiran en contra del negocio de taxi.
Si hay un adagio que viene como anillo al dedo en este caso es aquel que reza: la fiebre no está en la sábana. El punto en contra de Uber y similares es que sí es un negocio de transporte, aunque se escude tras la plataforma tecnológica. Si en vez de optar por el auto particular lo hubiera hecho con los prestatarios de servicio de taxi, se hubiera librado de las protestas; pero eso, quizá, no le habría permitido alcanzar el éxito en el negocio. La tecnología llegó para quedarse, la nueva cultura se impondrá y el negocio del transporte de pasajeros se revolucionará más allá del servicio de taxi.
Así como Whatsapp afectó al mensaje de texto de chat y al correo electrónico, así la tecnología creada por Uber ha transformado, y continuará haciéndolo, el negocio del transporte de pasajeros.