La Administración Pública como bolsa de trabajo
La Bitácora
Por Ebrahim Asvat
A este gobierno le debe ir bien, pues si la percepción se materializa de ser un gobierno malo lo que viene después será el diluvio.
El diluvio vendrá vestido de populismo, corrupción, debilidad institucional, justicia con serias falencias. Economía en deterioro. Pesimismo.
Todavía existe la oportunidad de darle un giro a la política panameña, pero para ello se necesita devolverle la esperanza al país de la buena marcha del gobierno y del interés genuino de los funcionarios de servir a la Patria y por ende a la población.
No es un secreto, el país sufre de estrechez económica. Que las causas sean externas o internas es poca explicación para un país donde todavía las secuelas de la corrupción marcan la percepción nacional y en alguna forma vinculan la relación de causalidad entre una y otra.
En Panamá hay para todos si tuviéramos un poco de visión y capacidad para administrar el Estado eficientemente. Y el salario de los funcionarios no sería óbice para un tema de discusión en los espacios públicos. Ocurre porque los políticos les restriegan en la cara a los ciudadanos su influencia en nombrar a mujer, hijos, hermanos, suegra, abuela y hasta la empleada doméstica en la planilla estatal. Eso para cubrir holgadamente y con excesos sus necesidades económicas y confirmar que la palanca, el partido, la cercanía, la amistad privan sobre cualquier otro componente como el mérito, la experiencia, la educación, elementos necesarios para aspirar al sector público.
En Singapur el país con la cual nos queremos ver reflejados, los ministros y directores ganan diez y veinte veces más que los nuestros. Pero producen resultados por lo que se les paga. Aquí hemos convertido la Administración Pública en un botín, una bolsa de empleo, un medio para enriquecerse y a los aspirantes al sector público aglomerados en partidos políticos en una casta que solo sobrevive de la ubre del gobierno.
Hemos creados una casta de vividores del gobierno. Tienen su propia visión de la vida. Su universo económico se limita a la función pública. Mientras estén dentro de ella, viven. Fuera de ella son eternos desempleados o aspirantes en cualquier gobierno.
Hace unos años un colega en un programa de televisión lo describió coloquialmente citando a un supuesto político francés y que luego de una averiguación descubrí su procedencia es de un político mexicano y dice: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”. Cuando la política es solo eso, es un insulto ser ministro, director o entrar en la Administración Pública. Quizás sea la razón por la cual todos esos cargos han perdido respetabilidad.
Hoy ya los ciudadanos decentes y capaces rehúsan aceptar cargos públicos. Y con lo que hay, la gente aprende a ensalzar a los nombrados mientras ejercen el poder y los necesitan para algo en particular y luego pasan a ser despreciados u olvidados por la ciudadanía. Recuérdenme los ministros y directores de gobiernos anteriores. Quienes brillan con luz propia y quienes no prenden ni con querosén.