La Seguridad Pública y su estructura organizativa

 La Seguridad Pública y su estructura organizativa

La bitácora

Por Ebrahim Asvat

Si la inseguridad es uno de los temas que sale a relucir en cada una de las encuestas realizadas a nivel nacional es obvio que hay insatisfacción ciudadana con las funciones de prevención y protección delegadas por el Estado a la Policía Nacional. 

En medio de las graves deficiencias institucionales dentro de este estamento de seguridad resulta difícil aceptar que se han producido hace unas semanas 3481 ascensos en la Policía Nacional y sean catalogados como otorgados por méritos. Los ascensos por méritos no son masivos.  Los ascensos por méritos se otorgan cuando el rendimiento de un oficial o agente sobrepasa lo esperado por la propia institución. 

Merito no es vegetar en una institución y esperar ascenso por el número de años que se invierten sin penas ni glorias, sin aportes ni sacrificios. No hay méritos en una institución cuya obligación es garantizar la vida y los bienes de los ciudadanos cuando estos manifiestan expresamente su insatisfacción por los servicios brindados. ¿A quién engañamos?  La propia institución se auto evalúa a sí misma y se pone 5.0 en todo.   

Cuando tú tienes a cada institución policial manejando su propio presupuesto y determinando los ascensos a su propia discreción con su director de orquesta,  que no tiene muy claro si responde al ministro o responde al presidente de la República, tenemos una crisis en las tareas del Estado. La seguridad pública anda al garete porque ni las fuerzas policiales, ni la cadena de mando están alineadas. La estructura organizativa ha sufrido tanto de dejadez como falta de alineamiento para cumplir sus funciones.   

Aquí no hay razón para culpar al Ministro de Seguridad por las deficiencias de las instituciones policiales ni de las verdaderas tareas encomendadas porque éste carece de control jerárquico y presupuestario. El deterioro ha sido paulatino desde el momento en que se le devolvió asignar a cada estamento por separado el control de su propio presupuesto. Para entonces el proyecto de integrar los estamentos policiales a una estructura ministerial dejó de tener relevancia. Ni la creación de un Ministerio de Seguridad ha solventado el problema.  

Durante el gobierno del presidente Ricardo Martinelli estando en las escalinatas de la Presidencia un ciudadano le preguntó a voz abierta al entonces director de la Policía a quien respondía él, si al presidente o a su ministro. Sin ningún reparo éste le contestó que al presidente. En otras palabras, El Ministro estaba de más.   

 En mil novecientos noventa y tantos, un amigo me solicita una reunión con el entonces designado ministro para que le conversara de las cosas que consideraba necesario hacer en los estamentos de seguridad. Recuerdo perfectamente que luego de empezar con la lista de tareas pendientes, el ministro designado me dice: “Para, para ya, que todo eso no se puede realizar en cinco años”. La materia de seguridad es tan importante para un país que no puede ser parte de un reparto por participación durante campañas políticas, ni delegarlo a compadres, amigos de la escuela secundaria u hombre de confianza (con reconocidas limitaciones intelectuales).  

Hoy en día cualquier cambio estructural,  nos guste o no nos guste, deberá pasar por una depuración de las instituciones policiales. A 30 años tendremos que volver a empezar

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