Una Cuaresma de verdad
«En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios». Estas palabras de san Pablo (2 Cor 5,20), constituyen el lema del mensaje que el papa Francisco nos dirige ante la cuaresma de este año 2020.
Con cuatro ideas clave nos llama a preparamos para “celebrar con el corazón renovado el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal y comunitaria”.
1. La Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús nos recuerda que nuestra vida nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia. Pero el «padre de la mentira» nos lleva a pensar que esa vida brota de nuestra propia voluntad.
Ante la cuaresma 2020, el Papa nos dirige una hermosa exhortación: «Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez».
2. En el tiempo cuaresmal descubrimos que, más que un deber, la oración nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene. El cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo.
Como decía el profeta Oseas (Os 2,16), volvemos al desierto para que la voz del Señor resuene en nosotros. No somos nosotros los que decidimos el tiempo y el modo de nuestra conversión a él. Aprovechemos la ocasión que él nos ofrece.
3. Esta nueva oportunidad de escuchar al Señor nos ayuda a un cambio de rumbo y manifiesta la voluntad de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros.
El diálogo con Dios excluye la curiosidad vacía y superficial, que se manifiesta también en un uso engañoso de los medios de comunicación.
4. Vivir el Misterio pascual significa “sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría”.
La cuaresma nos invita a practicar la limosna. “Compartir con caridad hace al hombre más humano, mientras que acumular conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su propio egoísmo”. Esto requiere un cambio personal y estructural. Ese es el espíritu de las Bienaventuranzas.
Así pues, la cuaresma es el tiempo adecuado para dejarnos reconciliar con Dios, para fijar la mirada del corazón en el Misterio pascual y para abrirnos a un diálogo abierto y sincero con el Señor.
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