Prepararnos para el futuro

 Prepararnos para el futuro

Por Ebrahim Asvat @easvat

Nos sorprendió una pandemia a la cual no estábamos preparados. Nos detuvo la actividad económica y social del país a un elevadísimo costo.  

Pagaremos las consecuencias de esta pandemia en los próximos tres a cinco años con o sin vacunas. Las secuelas quedaran vigentes por períodos prolongados. Pero como somos ahora conscientes de lo que una enfermedad contagiosa es capaz de hacer estaremos más propensos en el futuro a tomar medidas anticipadas independientemente de la potencialidad de la amenaza latente.  

Eso ya es algo inevitable y de ser así como vamos a atender estos nuevos retos. En mi opinión es hora de ir pensando en la necesidad de tener reservas nacionales para atender situaciones como la enfrentada. El Estado necesitará acumular un fondo para sostener sus gastos operaciones por lo menos por un período de seis meses. Esos fondos estarán allí sin poder ser utilizados para enfrentar situaciones extremas.    

Igualmente se deben buscar los mecanismos para crear un seguro del desempleo que por lo menos le garantice a cada trabajador que quede desempleado bajo cualquier circunstancia a un porcentaje de su último salario por un período de seis meses si fue destituido sin indemnización y un período de tres meses luego de agotada su indemnización (proporcional a su último salario) o hasta que encuentre su próximo empleo.  Estas medidas le da estabilidad al sistema y le quitan un peso importante a la ciudadanía producto de la pérdida de un empleo  y las obligaciones básicas de proveer a su familia.  Seamos creativos, innovadores. 

La primera obligación del Estado debe ser permitir a los ciudadanos desenvolverse según sus aptitudes. Si el ciudadano cae en un hoyo por razones de factores fuera de su control tendrá una manera de salir del mismo si la presión de sostener la alimentación de su familia se le resuelve temporalmente. El otro aspecto que será necesario resolver y que es un resabio que arrastramos de la era medieval es la estigmatización del empresario que fracasa.  Cuando hablamos de teorías económicas todos alaban al capitalismo y la apuesta y el riesgo de los individuos para crear empresas. Si son exitosos todos lo veneran y lo respetan.  Si por alguna razón fracasan son estigmatizados y descontados del sistema.    

Ya en el Siglo pasado el economista austriaco Joseph Schumpeter hablaba de la destrucción creativa. En el capitalismo siempre a través de la innovación se produce un constante proceso de destrucción y creación de nuevas empresas. Hay un constante proceso de mutación donde hay ganadores y perdedores.  Sin ese proceso constante no hay capitalismo.   Nosotros estamos muy atentos a ver el proceso económico del capitalismo a través de los ojos de los ganadores y descartamos a los perdedores del sistema.  

Entonces,  nuestra forma de ver el capitalismo es extremadamente hostil a su funcionamiento.   Donald Trump, quien es hoy Presidente de los Estados Unidos,  quebró dos veces sus empresas.  Pero nadie lo ve como un perdedor. Los que le prestaron o apostaron a sus proyectos recogieron sus pérdidas y se olvidaron.  Algunos inclusive le volvieron a prestar o apoyar en sus nuevos proyectos.   

Cuando un empresario cae por diversas razones en su proyecto empresarial nuestro sistema legal no funciona para finiquitar la operación y permitir el espíritu empresarial del fracasado a tener nuevamente incidencia en la actividad económica del país. Tanto crediticiamente como socialmente es un muerto en vida.  Eso  debe cambiar.

aldiapanama