Porqué el futuro económico depende de un entendimiento entre China y los Estados Unidos
En medio de una crisis sanitaria mundial tenemos a la vez un liderazgo de los Estados Unidos en manos de un Presidente con serías dificultades para entender como se ejerce la hegemonía mundial en tiempos modernos. Desatenderse de sus aliados naturales, retirarse de los organismos internacionales, focalizar sus problemas domésticos en un enemigo externo son hoy en día las fuentes de mayor incertidumbre internacional.
Los Estados Unidos, independientemente de sus altos ideales democráticos domésticos, siempre ha pretendido impulsar su ideologia alrededor del mundo.
Un equivalente a la Antigua Atenas en la Liga de Delos. O estás conmigo o estás contra mí. La hegemonía americana va ligada a un entorno doméstico de libertad y democracia. Dos componentes que los estados perifericos deben mantener para sobrevivir dentro de su esfera de influencia.
La política exterior norteamericana se ha desarrollado sobre dos corrientes de pensamiento. Los idealistas, pretenden imponer al resto del mundo la ideología y el pensamiento norteamericano al mundo ; y los realistas, ven en la hegemonía norteamericana el factor más relevante para sostener el orden mundial bajo su control. Estas visiones de la política exterior tienen un origen eurocéntrico. El orden europeo se ha mantenido en parte sobre la base de estos dos principios desde el Siglo XIX. Podríamos, inclusive, decir que el colonialismo se vio fundamentado en esa visión idealista de la superioridad de la cultura europea sobre los demás naciones y la supremacía de la raza blanca sobre el resto de la humanidad.
Ninguna de las dos visiones de la política exterior tiene un componente de moralidad universal. En el camino nos encontramos en pleno Siglo XXI con una potencia no europea que emerge y pronto tendrá un tamaño de economía superior a cualquier otro país del mundo. No será el de mayor riqueza per cápita pero si de tamaño frente al resto del mundo. Y ese retorno de la China luego del Siglo de la Humillación (mitad del Siglo XIX y mitad del Siglo XX) no es más que ocupar el sitial que historicamente le ha correspondido en el concierto de las naciones.
La hegemonía que podrá ejercer China así como la necesidad de ejercerlo de toda potencia con relevancia mundial es muy distinta a las dos grandes vertientes del análisis occidental. China no es un Estado Guerrero. En los últimos cuarenta años no ha desatado una guerra en ninguna parte del mundo. China tampoco ha buscado el dominio de otros Estados mediante la ocupación. No ha tenido en su historia el equivalente a una ocupación como Cuba o Filipinas. Ni ambicionado conquistas territoriales como Hawai o parte de México. Tampoco ha salido al mundo en busca de comprar extensiones territoriales como los Estados Unidos. (antes Alaska, Louisiana y ahora Groenlandia). Su ambición territorial se circunscribe a Taiwan, algunas islas e isletas en el Mar del Sur y Este de China. Fuera de las zonas límitrofes con India ha resuelto satisfactoriamente sus disputas territoriales con Rusia, Kazakhastan, Kirgystan, Pakistan y Kirguistan y Myammar. Su política exterior se circunscribe a lo que se conoce como Soft Power. Ejerce su influencia a traves de la inversión, los intercambios culturales, los prestamos blandos y ahora con la Estrategia de la Ruta de Seda o One Belt one Road.
La mejor experiencia de la politica exterior china se puede observar en la conducta táctica de sus vecinos. Con el crecimiento de la economía china, todos sus vecinos han experimentado crecimiento económico y mayor prosperidad. Algo que no ha experimentado el hemisferio occidental con la influencia hegemonica americana. Esa famosa anécdota mexicana que dice: Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos se le aplica a todos los países latinoamericanos. No lo podemos decir de los países vecinos de China como Taiwan, Japón, Corea del Sur, Malasia, Singapur, Filipinas, los denominados tigres asiaticos que rodean al dragón.