Colón Puerto Libre: un fracaso de 30 años
Cuando se creó la ley de Colón Puerto Libre en 1992 muchas fueron las esperanzas que diversos sectores colonenses cifraron en dicho proyecto. A un año de cumplir las tres décadas, Colón Puerto Libre apenas mueve menos de 10 millones de dólares al año en ventas y servicios.
El entusiasmo inicial fue trastocándose en desesperanza al paso de los años, hasta que en 2016 la reforma de la ley de puerto libre abrió un nuevo horizonte que, a pesar de los esfuerzos gubernamentales, parece obligar a recorrer un accidentado camino para llegar a él, a semejanza de las destruidas calles y derruidas estructuras que adornan hoy la ciudad de Colón, ubicada sobre la Isla Manzanillo, cuna y propósito del ya longevo proyecto de Colón Puerto Libre.
La modificación de la ley sobre la cual descansa el pretendido puerto libre amplió, a otros lugares de la provincia colonense, la creación de nuevas zonas que pueden también funcionar como puerto libre, sin mencionar alguna en particular, con el fin de traer prosperidad a esa provincia atlántica. Sin embargo, algunos aspectos de la legislación juegan en contra del supuesto propósito de darle bienestar y progreso a Colón.
Uno de los factores que más juega en contra del puerto libre es el empecinamiento de querer insertarlo en el casco de Colón asentado en la Isla Manzanillo. A pesar de la similitud legal con el desarrollo del Casco Antiguo de la ciudad de Panamá y los más de 500 millones de dólares invertidos en Colón a lo largo del tiempo, la situación de violencia y la cultura urbana que se ha creado en Colón en las últimas décadas impiden el desarrollo de un puerto libre en el lugar. Al menos bajo el método que establece la ley vigente. De aplicarse las normas incluidas en la reforma de la ley que rige el puerto libre, sitios como Portobelo, por ejemplo, podrían tomarle ventaja al emplazamiento colonense de Manzanillo, por ofrecer una situación histórica y una cultura popular mucho más rica en folclor y tradiciones, así como un ambiente más sano y seguro para los visitantes.
Otro factor que juega en contra de Colón Puerto Libre es el enfoque eminentemente mercantil de la ley, dejando de lado otro tipo de actividades como la ciencia, la tecnología y la innovación, que también podrían atraer inversiones y la instalación de empresas dedicadas a ese fin. Incluso, siendo un puerto, la legislación también podría facilitar el establecimiento de empresas dedicadas al mantenimiento y la reparación de buques, al igual que la instalación de granjas marinas y otros métodos sostenibles de aprovechamiento del recurso pesquero, cuya explotación en el sector caribeño del país es casi imperceptible.
Para el funcionamiento rápido y sustentable de Colón Puerto Libre es menester tomar decisiones en al menos tres aspectos, como: dejar de lado la obligación de que el puerto libre se instale primero en la Isla Manzanillo, buscar un área adyacente a la Zona Libre de Colón y construir allí infraestructuras modernas para hoteles, centros de convenciones y centros comerciales, que le brinden seguridad y un servicio de alta calidad a los usuarios del puerto libre, y flexibilizar el tiempo de veda de seis meses que tienen los nacionales para comprar en el puerto libre. En este último punto hay establecida por ley una cantidad fija de mil dólares en compras semestrales que, con el tiempo, perjudica al puerto libre por razón de la inflación y el aumento de precios. El monto debe establecerse tomando en consideración el salario mínimo nacional, que se revisa cada dos años y resuelve el problema de inflación y precio mencionado anteriormente. La norma podría fijar el límite de compras de los nacionales en el puerto libre en el monto máximo equivalente a un salario mínimo mensual y con veda de 30 días.
Después de casi 30 años del proyecto Colón Puerto Libre, de los cientos de millones de dólares invertidos en Colón por el estado, y de los resultados obtenidos al presente después de la reforma de la ley en 2016, la consecuencia resultante es el fracaso de Colón Puerto Libre. Si el gobierno actual, que tiene el proyecto como uno de sus planes estelares, quiere que Colón Puerto Libre funcione, tiene que tomar decisiones drásticas que requieren sacar temporalmente el proyecto de las 16 calles de Colón y ubicarlo al otro margen de la Zona Libre dentro de un ambiente seguro y arquitectonicamente agradable. Allí los colonenses que demuestren ser aptos podrán trabajar y mejorar su calidad de vida. Una vez logrado ese objetivo, concentrarse en el desarrollo del Colón de las 16 calles a la manera del Casco Antiguo de la capital, en donde las actividades de entretenimiento y cultura se desenvuelvan con mayor soltura y en un clima y ambiente distintos a los que ofrece en la actualidad.
Colón merece días mejores. Sus tiempos de tacita de oro quedaron atrás desde hace mucho, porque los factores que le ganaron ese título desaparecieron. Colón nació como terminal del ferrocarril transístmico, no como otras ciudades y pueblos del país que tuvieron un origen y una evolución diferente. El destino de Colón es lo pasajero y lo coyuntural. El ferrocarril, la construcción del Canal, las guerras mundiales y las bases militares estadounidenses han sostenido su economía y la han hundido, según aparecen o desaparecen. El puerto libre puede ser sostenible y sustentable en la medida que las autoridades nacionales y el propio colonense abran los ojos a su realidad y su vocación histórica. De ello dependerá el éxito o el continuo fracaso de Colón Puerto Libre.