Este tiempo que vivimos

 Este tiempo que vivimos

La guerra: un asunto de dinero

Ernesto A. Holder

 

El tema de Afganistán es tan complejo, que poco se puede abarcar o dejar claro en un espacio como este. Los humanistas consideramos, en primera instancia, los efectos y los costos en materia de Derechos Humanos. Ante todo, miramos las amenazas a las libertades de las mujeres y el sometimiento de ellas -hasta con la muerte y sin repercusiones- por los talibanes. Y si se va a la guerra (cosa que pocos queremos) debe ser con ese objetivo.

Pero como dije, y si no nos metemos de lleno a estudiar este complejo asunto, no entenderemos todas las aristas que se deben ir atendiendo para que el futuro de esa población y las relaciones internacionales de los países en esa área, no se conviertan en un reto de proporciones mayores para gran parte del mundo. Por eso, la importante y necesaria separación de las partes y las subpartes de este conflicto para tener un conocimiento de estas.

Probablemente ya han visto los números, es decir, el costo monetario de ese conflicto de 20 años. Si logramos entender la cantidad de dinero desperdiciado en la guerra, podremos tener una idea de lo que se dejó de hacer para el mejoramiento de esa población. Hay una relación estrecha y directa respecto a la inversión económica en fortalecer mecanismos de desarrollo, con una visión incluyente de toda la sociedad (inclusive en una sociedad en donde algunas taras religiosas han predominado por décadas) y, el costo monetario de continuar una guerra que a la larga no produjo resultados que el conjunto humano esperaría.

Giovanna Coi, en su artículo titulado “The was in Afghanistan – By the numbers” y publicado el pasado 19 de agosto en el portal de politico.eu., escribe que: “Desde la invasión de 2001 después de los ataques del 11 de septiembre, se ha pagado un precio colosal en las vidas de decenas de miles de civiles y combatientes. Esa triste contabilidad recae en más de 30 países de todo el mundo, y la carga más pesada la soporta con mucho el propio pueblo afgano. Los combates también desplazaron a millones y tuvieron un costo elevado en términos financieros, con billones de dólares destinados a gastos militares y ayuda”.

En la soledad de un sillón de tu casa examina los números (dólares) que el artículo de la periodista Coi nos presenta; son extraordinarios y ella advierte que son imprecisos por diversas razones: “Washington gastó más de $2.6 trillones en el conflicto afgano. Esta cifra no incluye los intereses futuros de los préstamos de guerra, ni los costos futuros para ayudar a los veteranos. Además, EE. UU. y sus aliados también contribuyeron a fondos e instituciones internacionales que operan en Afganistán, pero, al menos para EE. UU., estas donaciones palidecen en comparación con los costos militares sostenidos a lo largo de los años”.

Hay muchos más detalles, pero antes de que se me acabe el espacio, subrayo, como muchos han señalado, el negocio de la guerra no solo tiene que ver con la fabricación y disposición de armamentos para que unos maten a otros. También tiene que ver con sostener la vida de las tropas en los lugares de conflicto. Por ejemplo, Nancy Marshall-Genzer publica, en el portal www.marketplaceorg, una nota que señala que: “Estados Unidos gastó miles de millones a lo largo de los años para mantener a sus tropas en Afganistán y contrató a contratistas militares para alimentarlos y albergarlos. Esos contratistas se beneficiaron al máximo de la guerra, pero esos sistemas pueden conducir al fraude y al despilfarro. (…) Un contratista, Supreme Foodservice, se declaró culpable en 2014 de cobrar de más al ejército estadounidense por la comida y el agua que se sirven en los comedores de Afganistán. También existían los llamados contratos sin licitación, en los que las empresas se contratan sin tener que competir con otras firmas en cosas como precio…”.

Les dejo estos ejemplos que, para el caso, son supremamente sencillos. Estos son los “pececillos”, como decimos acá. Los “tiburones”, fabricantes de sofisticados equipos para destruir y matar, se llevan la mejor parte. Solo imagínense cuántas compañías y empresas se hicieron multimillonarias sobre la vida de los propios soldados estadounidenses y afganos. Cuando vean las imágenes que se reportan desde allá, no olviden que para muchos solo se trata de dinero.

[email protected]

aldiapanama