Cuidado: no se confíen
Ernesto A. Holder
Iba a titular esta entrega con: “Este pueblo no tiene callos”, porque lo cierto es que cuando nos pisan un callo -como mínimo- produce una reacción inmediata y de agresivo rechazo, con empujón, gritos y, lo más seguro, una o dos palabras muy vernaculares en buen panameño, en referencia a las partes íntimas femeninas, que no me atrevo a escribir aquí. Al panameño más encumbrado se le sale una de esas.
No hay reacciones de esa magnitud (cuando las debería haber), si partimos del hecho de que la mayoría estamos tan hastiados del escenario politiquero que nos agobia cada día. Lo que ocurre en la muy desprestigiada Asamblea Nacional, es otra más de las muestras de que vamos por el peor camino posible. No hay manera de que alguien me convenza de que las propuestas existentes, puedan darle un nuevo sentido de dignidad y respeto al proceso político. Y cada día, a mi parecer, empeora.
Los objetivos son los mismos: hacerse del poder para hacer dinero. Limitar la participación ciudadana. No hay conciencia ideológica ni visionaria para mejorar la condición social de los más necesitados ni para mejorar el sistema electoral para trabajar en favor del pueblo y no en detrimento de él.
El sentimiento de rechazo que nos hastía tiene raíz en la conducta insolente e irrespetuosa de gran parte de la clase politiquera y del sector económico -legal o ilegal- que los financia. Es un mundo de juegavivo y aprovechadores y el “matraqueo” entre las partes no deja opciones valederas para echar este país adelante desde el punto de vista social y humano.
Pero hay una verdad incuestionable, no hay que esperar a que nos pisen los callos para tomar medidas enérgicas, mucho menos si no es por un encontrón accidental. La presente situación, con poca o ninguna respuesta de parte de la ciudadanía, agrega difíciles, pero necesarias tareas de corrección, para que el conjunto de la sociedad pase decididamente a atender los objetivos de desarrollo, tan importantes para la salud general de la nación.
Y con esas correcciones, necesitamos buscar, como ya hemos señalado, un estado humano superior. Abraham Maslow lo llamó “trancendence” (trascendencia – transcender), “en donde el individuo no solo se percata de su enorme potencial superior, sino también del formidable potencial superior del conjunto humano”. Para eso, hay que expulsar la avaricia del sistema político y arrinconar en las esquinas del desprecio a los que viven de las desventajas del pueblo. ¿Será que podrán dejar a un lado el hambre por el dinero?
El papel del líder es trabajar afanosamente para combatir los males. Esto hay que cambiarlo y los que están conscientes de eso, deben influenciar a sus seguidores para tomar acción y rechazar con fuerza las intenciones de pisotearnos y reírse al hacerlo.
Max Weber puntualizó que: “El político debe tener: amor apasionado por su causa; ética de su responsabilidad; mesura en sus actuaciones”. Pero muy poco de eso hemos visto desde la Asamblea Nacional en las discusiones del Código Electoral. Nos alejamos más cada día de las posibilidades reales de que nuestros líderes y políticos sean vistos por las nuevas generaciones como modelos a seguir. Sus intenciones de manipular en contrasentido de las oportunidades realmente democráticas son burdas y muy evidentes y, en el proceso han dañado y desvirtuado, quizás para siempre, la noble imagen del político visionario, entregado y comprometido con sus ideales de trabajar para una patria más justa. Lo contrario compromete significativamente el objetivo de construir una mejor sociedad.
Los callos los tenemos: sistemas de salud, educación, trasporte, energía, etc., obsoletos y atrasados, y el mal uso, por no decir robo descarado, de los dineros de todos. Lo que parece es que aún no nos han pisado lo suficientemente fuerte como para que reaccionemos. Pero cuidado, las personas y los pueblos se cansan, tarde o temprano, de que los pisoteen y más con esas condiciones en las extremidades inferiores.
Por más que se burlan y abusan los políticos y diputados, es una situación insostenible. En los anales históricos de las naciones, hay suficientes ejemplos de cansancio social por razones similares, diferentes o paralelas, pero las hay. He repetido lo que varios dicen: “aquí no va a pasar nada”, pero la advertencia es que están pisando muy cerca, no se confíen.