Los retos del Comunicador

 Los retos del Comunicador

 

Ernesto A. Holder

De todas las disciplinas que afectan a diario al ser humano, la comunicación es la que más inmediatamente influye en su toma de decisiones. Sin embargo, es nuestro mayor reto.

Pareciera que el ser humano, medianamente educado y que vive en o alrededor de los centros urbanos, tendría la capacidad de articular inteligentemente las razones que lo motivan a enfrentar los retos cotidianos o para llevar a cabo la labor que desempeña. Muchos ofician actividades por razones fundamentalmente de supervivencia. Otros tienen la oportunidad de escoger qué oficio ejercer para llevar una vida digna y contribuir a la edificación de un mejor entorno social. Ya decía el escritor ruso Dostoievski que “el secreto de la existencia humana no solo está en vivir, sino también en saber para qué se vive”.

Los comunicadores se encuentran entre los más importantes actores en la construcción del entorno social y a la vez, su trabajo moldea el carácter de los individuos. Ellos presentan informaciones para los que buscan estar al tanto de hechos que puedan o no afectarlos. Esa es la razón natural, sencilla, puntual. Otros buscan entretenerse o promocionarse; discutir opiniones presentadas. Los comunicadores están llamados a jugar un rol positivamente fundamental como parte importante del constante proceso de comunicación.

Pero las redes sociales han reducido dramáticamente el tiempo en el que se da un hecho y cuando le llega al público. Y eso, la inmediatez, ha creado nuevos retos con respecto a la fidelidad de la información, que los medios tradicionales, tratan frenéticamente de ajustar en sus modelos informativos. Igual reto para los comunicadores acuciosos.

En el intento por vencer el efecto de la inmediatez de las redes sociales, es persistente la mal llamada primicia, que, con el sensacionalismo, amaña las informaciones y crea distorsiones difíciles de corregir. Presenta escenarios que, para el que no tiene la mínima preparación para decodificarlas adecuadamente, caen, como vemos en muchas instancias, bajo el control de los que promueven noticias falsas (“Fake News”). Mucho de eso hemos experimentado durante la pandemia en asuntos tan importantes como la salud pública.

Con un conocimiento claro sobre el efecto de los medios en la construcción del  marco social, y frente a la disyuntiva de que cualquiera puede trasmitir una información en cualquier momento, planteado anteriormente, los comunicadores deben poner sobre una balanza tres cosas al ejercer el oficio que escogieron: 1.- su papel clave como decodificador disciplinado y trasmisor de la información para el resto de la sociedad; 2.- su deseo sincero por construir un país más próspero para todos y reconfigurar el marco social en la búsqueda de un consorcio humano más justo. Y, 3.- los comunicadores tienen una responsabilidad fundamental con la historia y con las futuras generaciones. No es igual para el que tuitea desde el sofá de la casa.

El trabajo del comunicador moderno es esencial, no solo en lo planteado, sino que debe procurar que su trabajo de presentación de historias para comunicar, la de búsqueda de información, la investigación sobre hechos sea, igualmente, un proceso de documentación de la realidad actual para que las generaciones del futuro puedan saber quiénes fuimos.

Hay una serie de temas que nos afectan y amenazan como conjunto humano que merecen más documentación de parte de los comunicadores. El tráfico humano continúa en pleno siglo XXI y en los últimos meses nos toca a la puerta. La corrupción, el tráfico de estupefacientes, la penetración y control de organizaciones delictivas en todas las esferas de la sociedad. Sería interesante leer dentro de unos 100 años cómo fue que resolvimos esos problemas o cómo fue que terminaron controlándonos a todos. Y si existen las pruebas documentales, particularmente sobre trabajo que realizaron los medios y los comunicadores, debe servir de evidencia de que se hizo o, no se hizo el trabajo necesario por alertar a la población, o que se prefirió mantenerlos sumidos en la ignorancia de los concursos de baile y canto, los “realities” chabacanos, el periodismo ligero y la desinformación sistémica.

La ciudadanía no se merece las ambigüedades comunicacionales con que ha vivido en los últimos meses. Menos en tiempos tan difíciles. Todo comunicador debe decidir para qué vive, cuáles son sus intenciones, articular claramente por qué hace lo que hace y ponderar su valor ante el futuro juicio de la historia.

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