El arma política del aborto
por Luis Alberto Díaz
Con la reciente decisión de la Corte Suprema de Colombia y el caso en Panamá de una niña de ocho años que resultó embarazada por abuso sexual se reaviva el fuego del tema del aborto en las redes sociales.
Más que entrar en la cuestión de fondo el debate se centra en quién está a favor y quién en contra del aborto. Convenientemente para algunos activistas pro aborto, el planteamiento de en contra y a favor es el ambiente donde ellos mejor discuten. El escenario ideal es crear un foro de discusión donde enfrentan las creencias religiosas de unos con la supuesta mentalidad liberal de los activistas.
La legalización del aborto no es un tema de religión contra libre pensamiento, sino de lo que es mejor para la especie humana. Interrumpir una vida, por más ley que ampare el hacerlo, es un acto de asesinato. Legalizado, pero asesinato. Y para mitigar lo atroz de tal acción se inventan que ahora el bebé en gestación es un producto; ni siquiera ya es feto: solo un producto. Cualquier cosa menos ser humano.
Dentro del conjunto de argumentos de los activistas pro aborto se esgrime la violación y el denominado embarazo no deseado. Tanto en Colombia como en Panamá el embarazo puede interrumpirse por violación o por motivos terapéuticos de riesgo para la madre o el bebe en el vientre. Está, pues, legalizado el aborto bajo esas dos condiciones. Sin embargo, tanto allá como acá los activistas siguen utilizando el argumento para apelar al sentimiento de rechazo que produce una violación o el miedo a un riesgo a la salud, sin que se inmuten a aclarar el echo de lo ya legalizado. Para ellos el fin justifica los medios, aunque ello represente la violación más flagrante de los principios éticos de la verdad y la honestidad para expresar su opinión.
Queda claro que la legalización del aborto, más allá de las causas ya legales como la violación y el riesgo de muerte para madre e hijo en gestación, solo busca la práctica abortiva para favorecer actos que son perfectamente previsibles. El tal embarazo no deseado, que no es producto de una violación, como el caso de la niña panameña de ocho años, es consecuencia de un acto sexual de coito deseado, en toda la extensión de la palabra. Si se sabe de antemano que el apareamiento entre dos personas puede devenir en un embarazo, ¿por qué no tomar antes la decisión de no embarazarse? Y esto es responsabilidad tanto del hombre como de la mujer.
Legalizar el aborto para satisfacer meros placeres sexuales, y favorecer el coito irresponsable, los egos ideológicos de algunos, atentar contra la salud de la mujer que se somete una y otra vez a las intervenciones quirúrgicas abortivas y consentir el asesinato de seres humanos en gestación es un acto que atenta contra la humanidad misma del hombre en tanto ser, dotado de inteligencia, sentimientos y capacidad de raciocinio para ejercer su libertad con pleno conocimiento del bien y el mal.
El aborto, hoy, se ha convertido en un arma política que busca otros intereses ajenos al bienestar corporal y espiritual del ser humano.