El Reto de las correcciones

 El Reto de las correcciones

Lo superficial prevalece sobre lo profundo en la utilización de las redes sociales. La acumulación de seguidores por las redes sociales solo busca en muchos casos ganar un «Like» que los haga sentir importantes.

Por Ernesto A. Holder

Me llegó el artículo titulado “La idiotización de la sociedad como estrategia de dominación”, escrito por Fernando Navarro, redactor cultural especializado en música (según su breve reseña en El País Semanal). El artículo fue publicado en diciembre de 2017 y desde entonces ha sido reproducido un sinnúmero de veces a lo largo de estos cuatro años. Dice Navarro que: “Para conseguirlo, el poder se vale del entretenimiento vacío, con el objetivo de abogar nuestra sensibilidad social, y acostumbrarnos a ver la vulgaridad y la estupidez como las cosas más normales del mundo, incapacitándonos para poder alcanzar una conciencia crítica de la realidad”.

Ya hace más de un cuarto de siglo que, con la necesidad de llegar a mayores audiencias, más allá de lo que la radio alcanzaba, por ejemplo, se diseñó la manera de poner en manos de cualquiera la tecnología necesaria (teléfonos inteligentes), para poder “interactuar” en cualquier momento o a cualquier hora. El asunto es que, ante la necesidad de mantener a las masas distraídas, venderles productos, muchas veces innecesarios o, alimentarlos con informaciones inexactas o totalmente falsas, el acceso a la tecnología vino casado con la labor de entretener a los ya distraídos, con temas o asuntos de poco valor e importancia, vendiéndoselos como trascendentales en el quehacer cotidiano.

Por ejemplo, hace unos días se informó que: “Kylie Jenner se convirtió en la celebridad femenina más seguida en la red social Instagram, ya que su número de seguidores alcanzó los 300 millones. Esto la convirtió en el tercer perfil más seguido, detrás de la propia cuenta de Instagram (460 millones de seguidores) y el futbolista Cristiano Ronaldo (388 millones de seguidores). Comparte el lugar con Lionel Messi, quien también tiene 300 millones de seguidores”. Para poner las cosas en perspectiva: Jenner es una de las hermanas de la familia Kardashian que se han hecho multibillonarias por su programa de exhibicionismo familiar y a la postre lo que le ha generado en materia de respaldo comercial y publicitario. Todos sabemos quiénes son Cristiano Ronaldo y Lionel Messi. Entre los tres, millones más millones menos, 988 millones de personas les dan seguimiento a diario. ¿Saben cuántos seguidores tiene la cuenta oficial de Instagram de la Organización del Premio Nobel?: un millón.

La tecnología ha provocado variaciones en la importancia de los elementos del modelo de comunicación de masas: “Emisor – mensaje – canal – receptor – retroalimentación”. Ahora el emisor es cualquiera que tenga o no conocimiento del asunto a tratar. El valor del conocimiento sobre el mensaje va casado con el asunto de la cantidad de seguidores y los “likes” (“me gusta”), que recibe de los receptores. Un mensaje de la Kardashian tiene más alcance que el de la organización del Premio Nobel, aunque uno tiene mayor potencial de proteger la causa humana que la otra.

Pero lo que ha resultado es que a las masas, dominadas por el espectáculo y los escándalos, eso no les importa, ni siquiera lo han considerado. Han preferido validar la información que emite cualquiera y sospechar, poner en duda o descalificar la voz y el conocimiento de los expertos y verdaderos conocedores del tema, que buscan en la diversidad de datos científicos la mejor manera de trazar el camino hacia el infinito. Esa es la amenaza y peligro a la continuidad, la sensatez y la vigencia de la inteligencia colectiva a largo plazo.

El concepto de la retroalimentación cobró otro sentido. La interactividad de las redes les abrió la oportunidad inmediata a las masas de ejercer un poder malentendido; participar y validar la información cuestionable que les llegaba de sus admirados, e incluso generar contenido fundamentado en lo que estos trasmiten solo por un “me gusta”, sea veraz o no.

El mejor y más entusiasta de los optimistas debe estar preocupado por el camino que va escogiendo el conjunto humano. La interactividad del modelo de comunicación hace unas décadas, daba por sentado, muchas veces, que con la retroalimentación había un entendimiento educado del mensaje. Eso ya no es así. Los medios de comunicación, ahora con los dispositivos electrónicos personales, trabajan, con mayor precisión y eficiencia, al servicio de la distracción y el control de la conducta de esos millones de seguidores. Las evidencias son claras. La balanza se inclina claramente hacia la decadencia y no parece que estamos en posición de revertirla.

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