LA MATANZA DE 1955 EN PANAMA (III)

 LA MATANZA DE 1955 EN PANAMA (III)

 

por Luís Fuentes Montenegro

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¿Quién ciertamente era aquel coronel que se convirtió en presidente de la república? En

la historia escueta y en sus repeticiones, se le menciona con un tinte de nacionalismo por lo

cual y de acuerdo a los afanes laudatorios, todo panameño debería mostrar orgullo ante su

figura, tantas veces reducida a la frase “ni millones, ni limosna”, leída o manifestada en

medio de un proceso de negociaciones con los Estados Unidos de América dentro de esa

larga lucha de generaciones por la recuperación del Canal de Panamá. Su condición de

patriota y de otro prohombre de la patria, también se confirma en una estatua erigida en el

patio del actual cuartel central del estamento policial del país, y a la cual cada policía o

militar panameño, parece que debe contemplar con respeto y reverencia, convencido que

representa un ejemplo a seguir. En el contexto de su persona y de los sucesos en los cuales

se produce su muerte violenta, el fenómeno del parentesco, comprendido como vínculos

consanguíneos o por afinidad, pese a que tantas ocasiones se pasa por alto, otorga la

posibilidad de abordar circunstancias que de otra manera continuarían como parte una

auténtica tumba. ¿Qué papel pudo jugar el elemento de los lazos y las relaciones familiares

en cuanto al crimen de José Antonio Remón Cantera? ¿Incidieron en torno a las

investigaciones formales que se llevaron a cabo? ¿Revela nuevas aristas en el estudio de los

sucesos criminales dados en 1955?

Para el domingo 2 de enero, cuando recibe el letal disparo a quemarropa en el

Hipódromo Nacional Juan Franco, el presidente de la república Remón Cantera, seguía

constituyendo un hombre obeso, de cachetes pronunciados, más de una vez con la certeza

de que constituía un auténtico dandy. 46 años, casado, de modo irrefutable “el hombre

fuerte” de la nación desde la segunda mitad de la década de 1940 hasta dicho año de 1955

en que resulta asesinado. En algunas fotografías se observa fumando, entonces adquiere un

aire gansteril, suspicaz, con una mirada que busca amilanar o mofarse del entorno.

Pertenecía socialmente a esa capa de estirpes oligárquicas, según se infiere de las

exposiciones del historiador Alfredo Figueroa Navarro en su obra Dominio y sociedad en el

Panamá colombiano (1978), donde se ofrecen pistas y datos valiosos sobre las familias que

configuraban el patriciado urbano, establecido fundamentalmente en los intramuros de la

ciudad y que hoy denominamos el Casco Viejo. Pese a su condición económica venida

muy a menos, José Antonio Remón Cantera es parte de dicho conglomerado. Por dicha

condición económica, de modo equivocado, más de una vez se ha dicho y se divulga que

provenía de estratos populares.

Nacido el 11 de abril de 1908, el séptimo hijo de Alejandro Remón Escobar (1850-1915)

y de María Antonia Cantera de Alba. Por vía paterna deviene de las familias Remón

Soparda, Escobar y Arce, quienes se hallan entre aquellos grupos sociales de ese patriciado

capitalino del siglo XIX; por ascendencia materna, queda vinculado a las familias Cantera

Vallarino y de Alba Bráximo (o Brájimo), las cuales formaban parte del mismo entorno de

las anteriores. Su padre, un hombre dado al licor, de quien se dicen anécdotas sobre

borracheras recurrentes por las cantinas del arrabal de Santa Ana; su madre, esmerada,

ejerció el oficio de modista para la élite capitalina,  de ese modo lograba sostener a sus

múltiples hijos, sin embargo, apeló a sus vínculos parentales de influencia, y así logra se le

otorgue una beca para que su hijo José Antonio Remón Cantera, apodado Chichi, pudiera

estudiar en la Academia Militar de México.

El aspecto de parentesco en el contexto biográfico del presidente asesinado el 2 de enero

de 1955, pone de manifiesto el entrelazamiento con familias de los llamados próceres de

1903 y con algunos de éstos mismos. Constituye un detalle por lo general omitido.

Mediante sus abuelos paternos José María Remón Soparda y Luisa de Escobar Arce,

conexiona con el prócer José Agustín Arango Remón, quien a su vez era hijo de Tomasa

Manuela Remón Soparda, además, con la esposa del prócer Manuel Amador Guerrero, es

decir, María Ossa de Amador, cuyo nombre legítimo corresponde a Manuela María de la

Ossa Escobar de Amador. De manera similar, entronca con los hijos del prócer Manuel

Espinosa Batista, quien estaba casado con Elisa Remón Escobar, tía de José Antonio

Remón Cantera. En el plano de sus abuelos maternos, es decir, de José María Cantera

Vallarino y María de las Nieves de Alba Bráximo, existen vínculos familiares con el prócer

 

Nicanor Arturo de Obarrio Vallarino y con el prócer Carlos Constantino Arosemena de

Alba (Bráximo). En otras palabras, en José Antonio Remón Cantera coexisten relaciones

de parentesco con cinco próceres de la república. Dichas vinculaciones, de alguna manera

pueden contribuir a un enfoque más abarcador, para la comprensión de su conversión

como jefe de la policía panameña en una carrera policiaca-militar ascendente muy veloz,

como presidente de la república abanderado por una llamada “coalición patriótica” y como

el hombre fuerte del país, sobre todo en los estudios sobre los sucesos homicidas del

domingo 2 de enero de 1955, aunque suelan pasar desapercibidas.

Entra a la policía panameña en 1931 con el grado de Capitán, pero cuatro años después,

en 1935 es separado, existiendo de por medio razones de la política partidista, de confianza

y desconfianzas. En dicho periodo fuera del estamento policivo, ejerce labores

administrativas en el periódico Panamá América, propiedad de Harmodio Arias Madrid -el

dos veces presidente de la república, con un rol preponderante en la década de 1930-, lo

cual sugiere que, hasta entonces, mantenía cordiales relaciones con la familia propietaria de

dicho medio de comunicación o en tal interín, especulo, también pudo surgir alguna causa

que merodeó en una confrontación que hizo mella en el ámbito político-económico con

integrantes de dicha familia, como lo fue con Arnulfo Arias Madrid y Roberto “Tito” Arias

Guardia. En 1946 contrae matrimonio con Cecilia Helena Pinel Martin (1916-1967), a

quien había conocido cuando ostentaba el grado de Capitán, en sus inicios como policía.

Ella constituía una joven deportista quien formaba parte de un equipo que representaba a

Panamá en los juegos centroamericanos; hija de Pablo Pinel Najar y de Julia Martin

Patterson, quienes ya no poseían la holgada situación económica de los Pinel de antaño,

cuando poseían el monopolio de las actividades de cabotaje y de roles marítimos, que les

diera prestigio. En ese sentido, se revela un coincidente entre los dos jóvenes, venían muy

de menos económicamente, pese a los vínculos de élite social que parecían conservar.

Para 1947 ya José Antonio Remón Cantera se configura en el jefe de la policía nacional,

en otras palabras, en un periodo alrededor de diez años. Incide en campañas electorales,

persigue candidatos, apoya a sus allegados, ordena recuentos de votos, derroca presidentes

de la república, impone mandatarios y nombramientos en cargos relevantes. Es el rostro de

un factor real de poder. De 1947 a 1951, es decir en menos de cinco años, indiscutiblemente representa una de las personas más adineradas del país, accionista del

periódico La Nación, propietario de caballos de carrera, de múltiples negocios que se

reputan, unos aparentemente lícitos, otros señalados en la ilicitud rotunda. En 1951 se

candidatiza como presidente de la república y en 1952 pase a ser el mandatario número 29

de la república de Panamá. Encabeza una terna con dos figuras que serán sus

vicepresidentes y significativos en los sucesos relativos a su asesinato y golpe de estado

asestados tres años más tarde.

Tanto con el ingeniero José Ramón Guizado Valdés (1899-1965) como en el caso de

Ricardo Manuel Arias Espinosa (1912-1993), llamado comúnmente “el Negro Dicky

Arias”, el elemento de parentesco se presenta y asombra. En cuanto al primero, un

ingeniero de profesión, tras el asesinato de Remón Cantera y de aquella matanza de 1955,

asume la presidencia de la república cónsono a la figura formal de “la sucesión pacífica y

legal”, se desempeña por unos días, es derrocado, acusado como asesino, se le encarcela;

tenía algunos “negocios” con José Antonio Remón Cantera, algunos de los cuales menciona

el historiador Humberto Ricord en su ensayo La oligarquía en el banquillo de los acusados.

José Ramón Guizado Valdés como hijo de Juan Antonio Guizado Costa y de Blanca María

Valdés Arce (1878-1934), no sólo tiene vínculo familiar con Ramón Maximiliano Valdés

Arce, presidente de la república entre 1916 a 1918, sino que, mediante vía materna, por

parte de los Valdés Arce, los tendrá con el propio José Antonio Remón Cantera, quien

tiene por una de sus abuelas a Luisa de Escobar Arce. Por descendencia de los Arce, tanto

el presidente de la república Remón Cantera y su primer vicepresidente, como puede verse,

sostienen dicho entronque consanguíneo. El Ingeniero José Ramón Guizado Valdés, a su

vez, no sólo tendrá un lazo parental con su esposa María Paredes Angulo, además, la

misma, siendo hija de Pacífico Gustavo Paredes Arosemena y Angela Angulo, tiene por

abuelos paternos a José María García de Paredes de Arce y a Ana Paredes Arosemena,

quienes la vinculan, por vía de los Arce a José Antonio Remón Cantera.

Los lazos familiares continúan. Ricardo Manuel Arias Espinosa, el Negro Dicky Arias,

segundo vicepresidente de la república de José Antonio Remón Cantera, quien asume

como mandatario tan pronto se derroca al Ingeniero José Ramón Guizado, mediante la

fórmula de la “sucesión legal”, siendo hijo de Francisco Antonio Arias Paredes y sobre todo

de Carmen Isabel Espinosa Remón (1887-1980), tiene parentesco con Remón Cantera por

vía maternal como queda en claro; su madre, es hija del prócer Manuel Espinosa Batista y

de Elisa Remón Escobar, a su vez, tía de José Antonio Remón Cantera y hermana de padre

y de madre de Alejandro Remón Escobar. Las mencionadas exposiciones conducen a una

deducción sorprendente: la terna presidencial integrada por José Antonio Remón Cantera,

José Ramón Guizado Valdés y Ricardo Manuel Arias Espinosa representaba una triada de

parientes. A primera vista, complicada para desentrañar, en particular para quienes se

hallan al margen social de los grupos hegemónicos con sus tradiciones endogámicas.

En dimensiones similares, existe relación parental de José Antonio Remón Cantera con

el coronel Bolívar Ernesto “Lilo” Vallarino García de Paredes, quien pasa a ser “el nuevo

hombre fuerte” de Panamá, tras los asesinatos del 2 de enero de 1955 hasta 1968. Desde

1951 ya ejercía como jefe de la policía panameña, sin embargo, no había logrado

sobrepasar la influencia y el poder de José Antonio Remón Cantera, quien tenía como

abuelo materno a José María Cantera Vallarino, por medio del cual se configura el vínculo

con la familia Vallarino. Más allá de la figura de José Antonio Remón Cantera, el

fenómeno del parentesco ronda, por ejemplo, en cuanto a su esposa Cecilia Helena Pinel

Martin de Remón; su hermana Ana Julia Pinel Martin de García de Paredes, casada con

Juan José García de Paredes Boyd y emparenta así, por afinidad, con el coronel Bolívar

“Lilo” Vallarino García de Paredes. Una hermana de José Antonio Remón Cantera, en

específico María Luisa Remón Cantera, es la esposa de Henrique de Obarrio Vallarino,

quien se desempeña como Gerente del Banco Nacional en ese entonces, y quien tiene

conexiones de parentesco con el jefe de la policía Bolívar “Lilo” Vallarino, además de ser el

cuñado del presidente asesinado.

Los entrelazamientos familiares son vastos. Entre Ricardo Manuel Arias Espinosa (el

Negro Dicky Arias) y Lilo Vallarino (Bolívar Vallarino García de Paredes), coexiste vínculo,

reflejado por vía de Olga Arias Vallarino de Arias, esposa del primero, y que entronca con

la familia Vallarino a la cual pertenece el segundo. No serán los únicos lazos que

coexistirán. En la escena de los sucesos del 2 de enero de 1955, justo en el palco

presidencial donde se dieron los disparos y el tiro mortal contra el mandatario José Antonio

Remón Cantera, Alberto “Pitín” de Obarrio Vallarino, gerente del Hipódromo Nacional.

 

Juan Franco, tiene parentesco con el jefe de la policía Bolívar “Lilo” Vallarino, además un

hermano -ya mencionado-, Henrique de Obarrio Vallarino, gerente del Banco Nacional, es

cuñado del presidente que sería asesinado en dicho domingo. Antonio “Toño” Anguizola

Palma, quien es uno de aquellos que se encuentran de cerca a Remón Cantera en el

momento de los disparos y del tiro letal, tiene de hermana a Abigail Elvira Anguizola Palma

de Arias (1893-1985), quien emparenta por relación matrimonial con la familia Arias.

No serán los únicos con vínculos de parentescos, José “Pepe Curro” Arosemena

Galindo, diputado de la época, quien se ubica entre los escoltas y miembros de la seguridad

en un partido de dominó en aquella noche del domingo 2 de enero de 1955, tiene lazos con

el coronel Bolívar Vallarino, pues el jefe de la policía, por vía paterna posee como abuelos a

Ramón Rafael Vallarino Arosemena y a Mercedez Zubieta Arosemena. El Fiscal Francisco

Alvarado hijo, quien realiza la diligencia de una “reconstrucción de hechos” veloz, y lleva a

cabo una investigación con múltiples bases para el cuestionamiento, por vía de su padre

Francisco Alvarado Arosemena, a su vez emparenta con la familia Arosemena, a la cual

simultáneamente también estarán interrelacionados, por un lado, José Ramón Guizado

Valdés, mediante su esposa, hija de Pacífico Gustavo Paredes Arosemena, del mismo modo,

Ricardo Manuel Arias Espinosa, quien por descendencia paternal es nieto de María de la

Natividad Paredes Arosemena, y en el caso del coronel Bolívar Vallarino, por medio de sus

abuelos paternos Ramón Rafael Vallarino Arosemena y Mercedez Zubieta Arosemena de

Vallarino. Un pormenor curioso: en el incidente del asesinato de Norberto Danilo Souza

Moreira, en esa auténtica matanza que representó el 2 de enero de 1955, pulula la

aseveración de que aquel vehículo de la policía que se identificaba con el número 24, de

pronto, con vidrios rotos, signos de sangre y de disparos, estaciona en los talleres de una

empresa automotriz de la carretera Transístmica, la cual era propiedad de familiares

cercanos del Negro Dicky Arias o Ricardo Manuel Arias Espinosa.

Contrario a una mera exposición genealógica, de verdad hasta muy engorrosa, con

repeticiones de apellidos que el sociólogo Marco Gandásegui identifica en su interesante

ensayo La concentración del poder económico en Panamá, la presencia del parentesco

como elemento histórico, tal como he dicho, posibilita ampliar referentes en el estudio de

los sucesos criminales de 1955, pese a que ello no resuelva las incógnitas sobre quién ordenó

matar a José Antonio Remón Cantera y quién en efecto le disparó a quemarropa para

asesinarlo. En esa dirección, por ejemplo, la presencia de dicho elemento se connota en la

configuración del gobierno de Remón Cantera, en cargos relevantes; como muestras, el

presidente de la república tiene a su hermano Alejandro “Toto” Remón Cantera, diputado

y presidente de dicho órgano legislativo, luego como Contralor General de la nación, un

cuñado, Henrique de Obarrio Vallarino será, como se ha dicho, gerente general del Banco

Nacional, tiene a su socio y pariente de primer vicepresidente e igual a uno de sus primos

como segundo vicepresidente, mientras en el ente policial, queda jefaturado por otro de su

entorno social-familiar. Literalmente una gestión gubernamental de hermanos, primos,

cuñados. La configuración familiar en el brevísimo gobierno del Ingeniero José Ramón

Guizado Valdés, trastocó la conformación del gobierno anterior o del gobierno del

presidente asesinado, trastocó participaciones; un indicador, la familia Remón Cantera

estaba ausente, ni la viuda, ni el hermano, parecieron mantener la presencia que antes

tuvieron, así mismo llama la atención la preponderancia de los hermanos Arrocha Graell –

uno de los cuales el domingo 2 de enero de 1955 se encontraba en el cuartel central de la

policía empoderado, giraba instrucciones- durante esos poquísimos días del gobierno de

Guizado; no obstante, a partir del nuevo gobierno de Ricardo Manuel Arias Espinosa, esa

connotación de espacios entre hermanos, primos y socios, adquiere una connotación

parecida a la de los tiempos de José Antonio Remón Cantera o por lo menos, los Remón

Cantera sobrevivientes, seguirán siendo parte de la estructura del gobierno, tanto Alejandro

“Toto” Remón Cantera como la viuda Cecilia Helena Pinel Martin serán ministros de

estado del gobierno post crimen.

El contexto de los parentescos se manifiesta como un rasgo dentro de la configuración de

las estructuras de poder, en consecuencia el órgano ejecutivo en específico, figura un reflejo

de interrelaciones de estirpes, de familias que a su vez están emparentadas, aunque

muestren justificar sus participaciones en el ámbito político partidista desde diferentes

denominaciones, partidos políticos que muchas veces evidenciarán contrariedades, aunque

garantizan la preponderancia de primos, familiares, mediante esas múltiples toldas que

interactúan simultáneamente. Ello no querrá decir que en virtud de tales dominios sobre el

ente del gobierno y de un plural de expresiones políticas partidistas, sobre todo de aquellos

mayormente beneficiados con posterioridad inmediata a los incidentes del 2 de enero de

1955, a esa verdadera matanza que representó y a los dos golpes de estado que se

concretaron, en efecto no quiere decir que aquella red de parientes, no tuvieran relaciones

antagónicas, posturas en confrontaciones, coyunturales o no. El asesinato de José Antonio

Remón Cantera no sólo propició complicidades, encubrimientos, secretos criminales, a un

mismo tiempo generó molestias, cuestionamientos, críticas, pasmos, distanciamientos,

susurros, miedos.

En una dimensión socio-humana con semejantes particularidades, las posibilidades y

especulaciones que buscaban explicar o todavía pretenden desentrañar los secretos sobre el

homicidio de José Antonio Remón Cantera, por supuesto que afectan menos o más, a esos

conglomerados sociales-familiares, en concreto a algunas personas de esos conglomerados,

por eso, creo es entendible que hoy por hoy, algunos de los descendientes se incomoden.

Escuchar que un padre o un abuelo que aparece en la historia nacional, fue asesino o

integró un grupo criminal, rotundamente es contraproducente al pasado de prohombres y

de próceres venerables. En consecuencia, entre esas posibilidades y especulaciones, la

gestación y repetición de aquel argumento del francotirador, de ese supuesto hombre

misterioso que detrás de unos papos, escondido lanzó las ráfagas despiadadas desde una

ametralladora, resulta conveniente para más de uno. Denota un misterio casi infinito que

ya revela connotaciones de leyenda y de una escena de película con grandilocuentes

ficciones. Sostiene que el asesino material no se ha identificado, sigue siendo alguien sin

rostro, sin nombre, sin datos generales. En otras palabras, garantiza impunidad, a

sabiendas o no de que así corrobora con un argumento que a todas luces sigue siendo un

artificio de desvío.

Este mismo argumento del francotirador, coloca piezas valiosas sobre la mano, uno, el

asunto del sicariato, de la figura de una persona contratada para cometer el asesinato, con

lo cual se demuestra que no es un fenómeno propio de la actualidad postmoderna en

Panamá, ya existía para 1955; incluso se ha aseverado que un grupo de panameños reunió

la suma de doscientos cincuenta mil dólares con tal propósito y entre los cuestionamientos

que se le hicieron a José Ramón Guizado Valdés, se especuló que hizo aporte a dicho

fondo, pese a que, como en tantas otras circunstancias, las pruebas estaban ausentes. El

merodeo de una mafia internacional en el territorio panameño, en concreto de la Cosa

Nostra, sale a relucir en el trasfondo de dicho argumento. Sin embargo, hasta la fecha no

existe un estudio fiable sobre la posible presencia de esta organización del crimen en la

historia de nuestro país. ¿Pero qué era esta organización delictual para el año de 1955?

¿Cómo y mediante qué personas en específico se desempeñaba en esta parte del mundo?

Constituye una estructura que se desenvuelve entre los Estados Unidos de América e Italia,

integrada fundamentalmente por emigrantes y descendientes de italianos.

Una de las figuras emblemáticas lo representa Salvatore Lucania (1897-1962), conocido

como Charles “Lucky” Luciano. Para la década de 1930, consiste en una ficha cimera del

crimen organizado. En 1936 está condenado a la cárcel. En 1942 realiza un trato con el

gobierno estadounidense y se habla de una importante ayuda que hizo en la Segunda

Guerra Mundial. En 1946 le conmutan la pena de prisión y es deportado de inmediato,

zarpando desde la bahía de Brooklyn a Nápoles. Ocho meses después en el mismo año, se

traslada a Venezuela, pasa por Brasil, México, finalmente llega a La Habana, donde

acontece en diciembre de 1946 la famosa reunión de cabecillas de los diferentes grupos

delincuentes de la época. En 1947 Luciano sale de Cuba en una aparente deportación con

rumbo a Génova. De 1947 a 1962 permanece en Italia. El recuento y las fechas

presentadas, tan sólo pretenden facilitar a grosso modus el itinerario de Lucky Luciano

durante los mismos años en que la figura de José Antonio Remón Cantera asciende como

jefe de la policía panameña y luego como presidente de la república. Una coincidencia de

cronologías. Entre ellas no tiene sentido especular si Luciano estuvo físicamente en

Panamá -salvo para los propósitos de la ficción literaria-, fundamentalmente porque en

torno a los sucesos del 2 de enero de 1955, parece ser un hecho su presencia en Italia, e

igual parece ser un hecho que otros personajes, vinculados o no, ejercían sus actividades,

trasiego de drogas, contrabando de licor, armas, trata de blanca, lavado de sus dineros mal

habidos, inversiones de esos fondos con apariencia de legalidad entre países

latinoamericanos como México, Cuba, Panamá, mediante empresas y negocios donde más

de una vez, aparecían sus allegados locales.

En este marco referencial, la imagen de su amigo y socio, el judío Majer Suchowlinsky

(1902-1983), mencionado por lo general como Mayer Lansky, emigrado desde Grodno a

Manhattan, Nueva York, evidencia piezas con repercusiones más claras. Desde mediados

de la década de 1940, se encuentra en La Habana, Cuba, desarrolla sus actividades ilícitas y

de apariencias legales mediante inversiones en hoteles, casinos, hipódromos, caballos,

apuestas, prostitución, promociones de cabarets, shows de artistas, orquestas en vivo, bares,

boîtes, fábricas de incipientes industrias, navieras, barcos, bienes raíces, construcciones, no

sólo dentro de la llamada “Perla del Caribe”, sino, dándole un matiz de inversiones

provenientes de dicha isla o de inversionistas establecidos en la misma con vinculaciones en

Estados Unidos, en países como México y Panamá. No vamos a discurrir si alguna vez el

mafioso Mayer Lansky también estuvo en Panamá, si anduvo por un hotel específico, muy

lujoso de la ciudad, si daba propinas y esas menudencias, pero en 1972, tras ser deportado

de Israel, donde se le declaró no grato, pese a su condición de judío, arribó a un avión e

inició un periplo sorprendente, ante la amenaza de ser detenido y encarcelado. Uno de los

sitios en donde inició gestiones para asilarse, apelando a “los amigos”, a “las relaciones

económicas”, precisamente fue en la república de Panamá. La petición en efecto, fue

negada, pero llama la atención que considerase a este país para establecerse en tales

circunstancias.

El argumento del francotirador contratado por tales grupos delincuenciales, no sólo

apuntó hacia personas y entornos foráneos, desligaba de manera tácita la injerencia de

panameños; pero, a primera vista, más que desvincular la posible participación de

criminales del entorno nacional, en el fondo confirmaba una naturaleza de mafiosidad que

rondaba en el país, vinculadas, quizás sí, quizás no, con aquella mafia internacional en

donde los nombres de Lucky Luciano y de Mayer Lansky, una y otra vez resonaban.

Como cortina de humo, jugó su rol eficiente, y ha sido determinante para opacar la teoría

del doctor y criminólogo Israel Castellanos González, esa teoría contundente, directa, sin

ambigüedades que indicaba: a José Antonio Remón Cantera le dispararon a quemarropa y

el asesino o la asesina se encontraba al lado derecho del presidente de la república en

aquella noche de aquel domingo 2 de enero de 1955.

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