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Urge renovar nuestro régimen democrático
Tras 32 años de haber recuperado la democracia es necesario cambiar algunos aspectos de nuestro sistema político.
Los pilares sobre los cuales se sustenta el régimen democrático representados por los tres órganos del estado -legislativo, ejecutivo y judicial- se han convertido hoy en los mayores enemigos de la democracia panameña.
Es cosa común ver actitudes perversas en el ejercicio de la gestión pública acompañados con hechos de corrupción patrocinados desde los propios órganos del estado. Escasa rendición de cuentas, impunidad por los delitos y faltas cometidas contra el erario, acomodo de las leyes a la medida de los intereses partidarios, fueros y privilegios de diputados y políticos que los hacen intocables, administración de justicia tardía o contra derecho buscando más la forma que el fondo, dádivas y subsidios más allá de lo razonable, nombramientos de funcionarios sin competencia para el cargo y el enriquecimiento legalizado de algunos otros es la triste realidad que muestra nuestro supuesto régimen democrático.
Necesitamos hacer una limpieza y renovación estructural de nuestro sistema político a través de un cambio constitucional que, difícilmente, vendrá de los políticos que tradicionalmente han estado en el poder durante estos últimos 30 años.
La descentralización gubernamental con presupuesto de funcionamiento asegurado y suficiente para los municipios y las juntas comunales, la separación de las elecciones nacionales y municipales de al menos tres años entre ellas, la reducción del número de diputados y su elección por provincia, independencia judicial de jueces y magistrados, eliminación del fuero electoral, eliminación de la función de concejal a los representantes de corregimiento, entre otros, son algunos de los cambios que urge hacer a nuestro sistema político.
Sin la renovación de las estructuras políticas del país, cualquier otro intento de progreso o pacto destinado a mejorar la vida de la población panameña resultará estéril. Si la raíz está podrida, por más esfuerzo que se haga por abonar el árbol nunca podrá salvarse.