¿Por qué suben los precios y parte de la culpa es del país?
La bitácora
Hace unos días alguien decía en twitter que su salario era híbrido. La mitad se le iba en gasolina y la otra mitad en electricidad. Y parte de esa culpa en Panamá se la debemos a gobiernos confabulados con sectores empresariales. Pasa en cierta forma desapercibida frente a factores externos y lecciones de liberalismo y apertura de mercados. Cuando se firmó la extensión del contrato de Refinería Panamá, una de las críticas de varios economistas del patio y algunos generadores de opinión era la no necesidad de seguir dándole beneficios fiscales a dicha empresa a costilla del pueblo panameño. Pretendiendo defender los empleos generados en Colón y el fuerte lobby de la empresa petrolera en contubernio con el ministro de Comercio de ese entonces, lograron pasar la ley.
Unos años más tarde, con la liberalización del mercado de búnker para los barcos que transitaban el canal y otros factores propios de la empresa, la refinería dejo de refinar petróleo crudo. Se convirtió desde entonces en una distribuidora más, sin embargo, la intervención del Estado panameño sobre una fórmula de paridad para determinar los precios de la gasolina permaneció intacta. Solo se beneficiaron los distribuidores de los refinados de petróleo con la supuesta liberalización del mercado. Cuando se privatizaron las empresas generadoras de energía eléctrica en Panamá, se estableció de antemano que ninguna empresa podía tener el control del 25% del mercado de producción de energía eléctrica. Esto era garantía para evitar una posición dominante capaz de incidir en el precio del kilovatio/hora. Se creó una entidad supervisora encargada de prevenir y castigar los oligopolios y monopolios de sectores productivos del país y sectores como la electricidad y la telefonía quedaron supervisadas y reguladas por entidades gubernamentales técnicas. En el camino toda esta estructura regulatoria se fue desmantelando. Es como si del Vals termináramos en el reguetón.
Se fueron originando excepciones para favorecer a unos frente a otros y terminamos con posición dominante en el sector eléctrico y ahora en el sector de telefonía. El Estado panameño prefirió el contubernio con empresas multinacionales que el bienestar del pueblo panameño a establecer reglas justas y claras para todos. En el camino de la supuesta liberalización de la economía sin supervisión estatal y sin mantener reglas de juego clara para todas las empresas locales que vivieron subsidiadas por el Estado a través de restricciones a la importación de productos extranjeros, incentivos fiscales y subsidios directos prefirieron antes de competir, vender sus empresas a consorcios extranjeros.
Estas empresas extranjeras, con claras intenciones de aumentar su mercado a nivel regional, apostaron por entrar al mercado local y ofrecieron sumas astronómicas a sus antiguos propietarios. Los empresarios panameños decidieron vender sus empresas y dedicarse al sector financiero a través de la constitución de bancos y empresas financieras o a lo que ahora se conoce como family offices. Adiós industrias panameña. Al final demostraron su capacidad de producir solo con una teta del Estado. En los casos donde el mercado estaba segmentado, lo primero que ocurrió fueron las fusiones. Al fusionarse dos o más empresas con una posición en el mercado hay mayor propensión a manipular precios. Al no existir una institución gubernamental con garras y músculos, termina el sector productivo administrado por una o dos empresas y se acabó la competencia.
Cuando se habló por primera vez de liberalización y privatización se crearon las entidades reguladoras. Lamentablemente con el tiempo se desmantelaron. Hoy en día las empresas productoras en sectores relevantes hacen lo que ellos quieren. Las entidades reguladoras únicamente subsisten para no perder los puestos públicos. El pueblo panameño está pagando el precio de la desidia, la confabulación de los sectores políticos, la mediocridad y la falta de reglas de juego claras en el sector económico. Si tienes dudas, pregúntenle a cualquier economista liberal, social o comunista. Por eso la vida es cara y el salario es híbrido, mitad gasolina, mitad electricidad.