Un malestar social explosivo
La bitácora
En la modernidad se inventó el crédito al consumo. Consume lo que quieras. Siempre habrá una forma de pagarlo ha sido el lema de los últimos cincuenta años. Viaje ahora y pague después. Usted puede comprar y pagar sus muebles en cómodas mensualidades. Para todo existe MasterCard. Todos esto lemas y movimientos destinados a satisfacer deseos en forma inmediata llevan en si el afán de un lucro. No tanto un lucro por el bien adquirido sino por el dinero prestado y utilizado hoy para adquirir ese bien. Una compra a crédito de un bien tiene dos componentes de rentabilidad. Una por el bien propiamente adquirido y otra por el uso del dinero anticipado para la adquisición del mismo. Los sectores populares y la clase media han caído en esa trampa.
Se ha democratizado el deseo y ha prosperado en virtud del mecanismo de crear acreedores vs deudores. Si eres deudor y con muchos deseos el nuevo sistema te atrapa. Los deseos incontrolables por bienes materiales tarde o temprano regresan como un bumerán a devorarte. El instrumento ha sido el dinero. El dinero a crédito es el dinero fácil de hoy, pero lleva en si las cadenas del tiempo para su pago con una plusvalía adicional que va acumulándose en un monto muy superior al valor del bien adquirido. No te das cuenta pues tu esquema mental se acostumbró a ver el pago de mes a mes o de quincena en quincena. Pero si tuvieras el interés de ver lo pagado te asustarías.
Los fabricantes de carros fueron los que mejor lo entendieron y crearon sus propias financieras. Era más rentable vender un carro financiado que uno al contado. Pues bien, endeudarse para los sectores populares y las clases medias se convirtió en un modo de mejorar su supuesto estatus u oportunidad de goce o placer por los bienes materiales. Y el propósito de los nuevos acreedores fue en mantener a perpetuidad el papel de los prestatarios como eternos deudores. Mientras más crece la cartera crediticia o más deudores se incorporan a la cartera mayor es la rentabilidad. Es como recibir un flujo constante inagotable. El modelo exige un acreedor siempre dispuesto a dar crédito y por el otro lado un deudor que mantenga ese status a perpetuidad. Así funciona el sistema y genera una nueva modalidad de esclavitud.
La gente tiene en Panamá la tendencia a llevar esto a unos límites inimaginables y esto lo distancia de cualquier posibilidad de enfrentar una crisis. Si uno de los conyugue pierde el empleo automáticamente se desestabiliza el ingreso familiar y la capacidad de pago de las obligaciones. Y si enfrenta una crisis como la actual con Covid y todas esas repercusiones podrían imaginarse lo que un aumento del precio de la gasolina o el restablecimiento al pago de las deudas contraídas genera en ese ingreso familiar. La clase trabajadora y la clase media enfrentan una baja oxigenación y eso se proyecta criticando al Estado a quien responsabilizan en primer lugar por esa baja oxigenación.
Entonces, paliar el precio de la gasolina no lo va a resolver a menos que se produzcan cambios estructurales en el sector financiero y eso exige tomar medidas contra los intereses exorbitantes especialmente en los préstamos de consumo y las tarjetas de crédito. Evitar disfrazar los intereses con costos, seguros y gastos adicionales. Al sistema le conviene no matar a la gallina de los huevos de oro como tampoco alterar la paz social donde todos pierden.