POLÍTICA Y CORRUPCIÓN

 POLÍTICA Y CORRUPCIÓN

por Luis Alberto Díaz

La política es el arte de lo posible, según se dice. Pero, ¿qué es lo posible? Podría ser muchas cosas, desde las buenas hasta las malas.

Una definición única de la política no existe. La política es tan amplia y abarca tanto que, dificilmente, se le podría dar un significado único. La política es, por tanto, una palabra con tantas acepciones como puede imaginar la mente.

Si me pidieran definir la política diría: es la manera de alcanzar y ejercer el poder a través de la suma de relaciones, acciones y alianzas coyunturales que, unidas por una idea o interés común, permite la consecución de objetivos con el fin de controlar o influir la toma de decisiones o el gobierno de una comunidad o sociedad.

Es, precisamente, la lucha por alcanzar el control del poder lo que lleva a utilizar métodos diversos que, al traspasar los límites de la ética y la moral generalmente aceptadas, se enmarcan en lo que conocemos como corrupción política. Y dicha corrupción tiene un único fin: el enriquecimiento ilícito.

Mientras más medios ilegítimos se usan para lograr el objetivo de control del poder, mayor será la corrupción. Y toda corrupción es la descomposición de lo que, en su estado sano, aprovecha al hombre. Por tanto, lo que se corrompe o descompone, se daña y hace daño; no sirve ni aprovecha; debe desecharse y destruirse porque, ya podrido, es una molestia y un riesgo para la salud de los humanos o el resto de las especies.

Una de las formas de prevenir la corrupción política es la transparencia; para lo cual la sociedad debe crear instituciones que puedan ejercerla, fiscalizarla, fortalecerla y administrarla, al margen del ejercicio de la política que pretende, como fin, controlar el gobierno de las instituciones sociales. La transparencia pertenece a los ciudadanos y, como tal, debe estar en manos del ciudadano. Ningún grupo que controle el poder de gobierno puede, por sí mismo, ejercer actos de transparencia, porque, en una u otra medida, la transparencia antagoniza con el poder de gobernar, con el control político y con la corrupción política.

Llegar a un estado de transparencia óptimo implica, entre otras cosas, el establecimiento de un régimen jurídico que fomente y reconozca, como parte de las instituciones sociales, la cultura de la transparencia y que esta permita al ciudadano común acceder a cualquier información de los actos de gobierno que sean de su interés, sobre todo los relacionados con el manejo de las finanzas públicas, en dónde se ubica el principio y el fin de la mayoría de los actos de corrupción pública.

Para que haya una cultura de la transparencia arraigada en la sociedad, es necesario un cambio de mentalidad en el propio ciudadano y el resto de la población. Sin esa mentalidad, Conditio sine qua non para la cultura de la transparencia, muy poco éxito tendrán los esfuerzos por controlar o erradicar la corrupción política de nuestra sociedad.

Luis Alberto Diaz