El final del traumático proceso de transicion democrática
Por: Jorge Zúñiga Sánchez
…………………………………………………………………………………………………………
Todos los partidos del patio y sus figuras emblemáticas, dan muestra de fatiga extrema. Sin embargo, ¿por qué causa tanta sorpresa las convulsiones que se dan en el Partido Democrático Revolucionario (PRD) ?. A lo interno se arrastran tensiones e insatisfacciones, las que ahora en víspera de las elecciones primarias, se agudizarán más por esa “separación de postulaciones” con nombre y apellido incluido.
La unidad política y electoral parece hacer aguas, y tal vez el temor a perder las elecciones de 2024, lleve a las bases y a sus dirigentes a la sensatez. Para eso, es necesario entender que las elecciones del 2024 poseen características muy especiales.
Para empezar, el lector no puede olvidar que la democracia panameña reapareció en metralla y lamentos en 1989. Muchos líderes civilistas quienes con sus consignas antimilitaristas y justicieras habían logrado seducir al electorado, llegaron a creer que el fantasma de la dictadura justificaría cualquier de sus “pecadillo”, sin imaginarse que le abonaban el camino a dos plagas letales a la democracia: el electorerismo y la corrupción.
Si bien la caída del militarismo debilitó al PRD, también hizo mella dentro de los grupos empresariales afines a los cuarteles. Por sus estrechos vínculos empresariales con figuras del nuevo gobierno, en poco o nada ese cambio violento les afectó. No sería descabellado afirmar que estos “apadrinamientos” a conveniencias, aceleraron el fraccionamiento de la alianza “civilistas”, con el inexplicable e inesperado triunfo del PRD en 1994. De allí en adelante aparecerían en el escenario electoral, nuevos partidos políticos liderados por grupos económicos que no encontraron espacio suficiente con los “perredistas y/o arnulfistas”.
Estas confrontaciones interempresariales llegarían a su punto más dramático en la década 2009-2019. Durante este período, la maquinaria estatal persiguió y doblegó a dirigentes y empresarios opositores. De esos desmanes y abusos de poder, refieren esos múltiples casos tramitados en tribunales de justicia nacionales y foráneos, cuyos hallazgos hoy le tienen “los pelos de punta” a muchos políticos.
El proceso de transición de la democracia panameña lleva recorrido unos 34 años en medio de esta vorágine, y consecuencia de ello no se han fortalecido los liderazgos de los sectores empresariales ni tampoco de los grupos y partidos representativos del movimiento social.
La desconfianza ciudadana sobre la “clase política democrática” sigue creciendo aceleradamente, lo que ha impedido a la sociedad panameña construir consensos necesarios para reactivar la economía, explotando al máximo las condiciones geográficas del país y sus recursos naturales.
Con todo y eso, es inaudito el entusiasmo desbordante de los políticos por las próximas elecciones. Nada les llamada a evaluar el momento, pues la idea de “ganar-ganar” hace soñar a más de uno con la Silla Presidencial, recurriendo como de costumbre a promesas incumplibles, y los defectos del gobierno de Nito.
Aunque ninguno tendrá como consigna electoral “el Cambio”, muchas cosas tienen que cambiar. Así como en 1989, en el 2023 nuevamente tenemos que soportar la injerencia directa y sin tapujos de los “yankys”, a causa de nuestra incapacidad para poner la casa en orden.
Estamos convencidos que con las elecciones de 2024 una gran camada de políticos gastados saldrán de la escena “porque sí”. La alianza ganadora será aquella que logre consensuar a grupos empresariales y a políticos “decentes”; que posea sólidas relaciones con todos los gobiernos americanos, los organismos internacionales y “la embajada”.
El reacomodo de las grandes potencias está generando una gran crisis económica a nivel global, mientras la humanidad en pleno ruega por la paz mundial. ¿Qué posición asumiremos para defender nuestros intereses nacionales? Tal vez las potencias ya tienen la respuesta, y nuestros dirigentes políticos andan entretenidos calculando las gorras y las camisetas que necesita para su campaña.
*El autor Jorge Zúñiga Sánchez es abogado, analista político y escritor.