Repensando el Carnaval panameño
por Luis Alberto Díaz
Panamá tiene una larga tradición de celebración carnavalesca que se remonta a los tiempos de la colonia. Alguno pueblos del interior del país aún conservan ciertas costumbres ancestrales que son muy apreciadas por propios y extraños.
Sin embargo, en el área metropolitana las festividades carnestolendas han venido a menos desde hace muchos años. Tanto es así, que, los majestuosos desfiles y alegres comparsas que distinguían al Carnaval capitalino y de Colón han quedado reducidos a vulgares mojaderas, tarimas de cantantes y un reducto que se resiste a dejar morir la tradición y sale cada año a mostrar la alegría que todavía está latente entre los moradores de algún barrio de esas ciudades.
Recuperar la buena fama del Carnaval panameño requiere de un ejercicio participativo en el que sean recogidas las distintas ideas sobre su celebración, tanto en el interior como en la capital y Colón. Panamá es un país multicultural y ello debe aprovecharse para brindar una oferta variada a los nacionales y visitantes que desean algo más que los carros cisternas y las ruidosas tarimas. Espacios callejeros donde cada grupo de las minorías del país ofrezca una muestra de su cultura, gastronomía y arte sería fabuloso. ¿Imaginan una de nuestras avenidas en las que en cada calle aledaña esté dedicada a los griegos, españoles, colombianos, italianos, dominicanos, brasileños, peruanos y otras nacionalidades que viven en Panamá compartiendo sus costumbres y folclor con el público? Eso le daría vida al Carnaval capitalino. Y es solo una idea de lo que puede hacerse.
Necesitamos echar mano de toda nuestra creatividad, darle forma a las propuestas y destinar los recursos para lograrlo, en vez de gastar el dinero, o buena parte de él, en la contratación de artistas internacionales. Debe invertirse en los locales y no solo los músicos, sino cuerpos de baile, pintores, actores y demás. Los artistas internacionales pueden ser contratados por empresarios privados, a quienes les darían las exenciones y facilidades fiscales para hacer esa inversión.
Para mejorar la celebración del Carnaval panameño hay que repensarlo. Solo así obtendremos el resultado deseado, siempre y cuando se involucre a la comunidad. Esto no se trata de reunir a unos cuantos sabios de Sion, sino de actuar con apertura y voluntad. El Carnaval es el pueblo y si las cosas intentan hacerse marginándolo, la consecuencia siempre será la mojadera con el carro cisterna, la tarima y una purga que da pena, que, por cierto, poco o nada aportan al sentido cultural que debe tener la fiesta del rey Momo.