El Escorpión

 El Escorpión

NI A LOS MUERTOS RESPETAN

Qué lejos están los tiempos en que el descanso de los muertos era imperturbable. A casi ninguno se le ocurría profanar una tumba o atentar contra el recuerdo de los que yacen enterrados en ella. La ambición y la avaricia de algunos, más que el cambio de era, los empuja a traspasar los límites del decoro, la ética, el civismo y el respeto al prójimo o a los templos o camposantos. Lo mismo les da robarle a un vivo que a un muerto; introducirse en una vivienda o un taller que en una iglesia o en un cementerio. El robo de las placas de las tumbas en los camposantos es una muestra de esa degradación moral que corroe a una parte de nuestra población. Y lo peor de todo es que haya quien avala tan deleznable actitud comprando lo robado sin empacho alguno, como ocurre con los recordatorios de metal de las tumbas, las tapas de alcantarillas y el cobre extraído de los cables de comunicaciones. En esto tan culpable es el que mata la vaca como el que le agarra la pata.

LA VIALIDAD DE SAN MIGUELITO

El distrito de San Miguelito es un caos en muchos aspectos. Uno de ellos es el diseño urbano que incluye la vialidad de su centro más poblado. Veredas y calles son dignas de mejor suerte para mejorar la movilidad de sus habitantes, no solo en su aspecto estético, sino en cuanto a su funcionalidad. Si realmente este asentamiento humano quiere ser considerado seriamente como un distrito y municipio, tiene que prestar atención a este tema y sus autoridades y habitantes trabajar muy duro para construir el cambio. Mientras eso ocurre, aunque por ley sea catalogado como un distrito, no pasa de ser en su zona de San Miguelito centro una maraña de casas y edificios con cuerpo y espíritu de barriada bruja.

MULTAS A TUTIPLÉN

Tanto en la ida como en la vuelta de este fin de semana largo las multas por infracciones de tránsito estuvieron a la orden del día. Llama poderosamente la atención que le primer lugar de las violaciones tienen que ver con el exceso de velocidad. Algo pasa con la conciencia del panameño, que al volante de un vehículo se cree un semidiós que está por encima de los demás, sobre todo del peatón. Es un asunto de conciencia y civismo, que difícilmente se corrige con el aumento sostenido del valor de las multas. Hay que hacerle ver a los infractores la consecuencia que tiene conducir por encima del límite de velocidad. Una buena medida sería mantener un valor base de las multas no mayor de los 50 dólares y cobrar 10 dólares adicionales por cada kilómetro en exceso en aquellas áreas donde la velocidad máxima permitida sea de 80 kilómetros por hora. Al menos así habrá conciencia de lo que cuesta cada kilómetro que esté por arriba del límite legal.

RUINAS PELIGROSAS

Una muestra fehaciente de la ineptitud de las autoridades y del descuido de los propietarios son algunas estructuras ruinosas que existen en corregimientos como Santa Ana y Calidonia. Lo que en un tiempo fueron casas y edificios hoy son un monumento a la desidia, para deshonra de los funcionarios competentes, los dueños de dichas propiedades y la imagen de la ciudad y el país. Incluso se dan casos en que las fachadas o las edificaciones, algunas de ellas habitadas, se desploman y causan daños a terceros con saldo fatal en ocasiones. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? Pero si su origen es desconocido, lo que sí está a ojos vista es la incompetencia de las autoridades del municipio, del ministerio de vivienda y de todos los demás involucrados en el tema. Como que no nos basta con la basura y el desaseo generalizado, para echar otra palada más al estercolero en que han convertido a una parte de la capital del país.

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