La cara oculta de las jubilaciones
El tema del pago de las pensiones no se reduce a la capacidad o no de la Caja de Seguro Social para poder pagarlas. Hay un factor social que viene a ser la otra cara de la historia y que es la causa principal del bajo monto de las jubilaciones.
por Luis Alberto Díaz
Los comentarios y quejas sobre lo difícil que resulta para la mayoría de los jubilados cubrir sus necesidades con el dinero que reciben como pensión de vejez o jubilación, como generalmente se les conoce, poco hacen énfasis en el origen de la situación. Simplemente se alude al «no alcanza» y al «deben aumentarlas» porque hay otros que cobran más a través de las jubilaciones especiales y son vistos como privilegiados.
Pero la realidad es otra, para la cual no se prepara al futuro jubilado. Ni siquiera se da como asignatura en la escuela, para que los alumnos tengan claridad en aquello que les espera en su vida adulta y en la vejez. En eso hemos fallado como sociedad, incluido el propio Seguro Social que debe instruir al cotizante, desde que comienza a aportar sus cuotas hasta el momento de solicitar su pensión, informándole cada año de la cantidad de sus aportes y el promedio de futura jubilación que lleva hasta el momento, orientándolo cómo puede hacer para recibir una mejor jubilación al final de su vida productiva como trabajador.
El sistema de jubilaciones está basado, fundamentalmente, en los aportes del asegurado, tanto en la cantidad resultante del porcentaje de salario que aporta cada mes como en el número de cuotas que logre sumar para cubrir la cantidad mínima de estas y las que aporte en exceso. No es lo mismo cotizar sobre un salario mínimo la mayoría de los años laborados, que hacerlo sobre salarios mayores del mínimo; ni tampoco jubilarse con la cantidad justa de cuotas que excederlas por varios años. Esa es la primera causa por la que una pensión por jubilación puede ser mayor o menor.
Los demás causas tienen que ver con factores sociales. Una de ellas es la poca importancia que muchos le dan a su educación. Miles abandonan la escuela cada año; otros tantos miles fracasan y aprovechan poco sus estudios, lo que les hace terminar el ciclo escolar con graves deficiencias académicas que limita su acceso a la educación superior, sea esta técnica o de grado universitario, lanzándolos con esas carencias a un mercado laboral cada vez más competitivo.
Esta parte de la población es la que, en su mayoría, se ve forzada a ganarse el sustento a través del trabajo informal o, de llegar a estar formalizada, a optar por oportunidades de empleo con remuneración mínima casi por el resto de su vida productiva, porque para los puestos de trabajo calificados no cuenta con la formación ni las competencias y aptitudes que exigen las empresas para ejercerlos.
A lo anterior hay que sumarle la pobre cultura del ahorro que tiene nuestro pueblo. Y esto no es exclusivo de la población con poca o deficiente escolaridad, sino que también se da entre aquella que ha alcanzado niveles más altos de instrucción. Esta falta de previsión y de ahorrar para la vejez incide, también, en el resultado de una jubilación escasa o insuficiente. Unos por haber cotizado con base a un salario bajo y otros por tener que pignorar su pensión para pagar un préstamo a largo plazo que tuvo que contratar para saldar deudas adquiridas en edades más tempranas a la vejez, aunque hayan devengado salarios mayores al mínimo. Este factor cultural también es parte del drama de los jubilados a quienes no le alcanza la pensión.
Si queremos detener el avance del mal social que representa tener una población jubilada, con mayor expectativa de vida que cuando se creó el Seguro Social, esta institución debe involucrarse en contribuir a brindar soluciones al problema. Educar es lo primero, con campañas preventivas que sean permanentes, no solo en el campo de la salud para reducir los gastos del programa de enfermedad, sino en dar constante información al asegurado sobre su situación actual y futura con respecto a las cotizaciones que está haciendo. También debe idear planes de ahorros extraordinarios para los asegurados, fuera del sistema mixto vigente de ahorro y capitalización (que tampoco ha sido explicado muy bien a la población que aporta cuotas).
Una mayor cercanía con la cooperativa de jubilados sería fundamental en el tema del ahorro y el crédito, abriendo el vínculo a todos los asegurados. Por medio de la cooperativa pueden hacerse programas de capitalización, ahorro y complemento de jubilación, proyectos de vivienda especialmente diseñados para personas de la tercera edad, y un plan voluntario de inversiones administrado conjuntamente por la cooperativa y la CSS, en el que un porcentaje del monto de los bonos del estado pueda ser destinado a la entidad para fraccionarlo y que los asegurados puedan invertir en la compra de pequeños bonos de 25; 50 y 100 dólares, a lo largo de su vida como cotizante, para recibir el capital y los intereses de ese ahorro al acogerse a la jubilación o, si lo prefiere, retirar los intereses acumulados o sumarlos a los bonos ahorrados para recibir mensualmente los intereses que devengue el capital ampliado de los bonos y poder complementar su pensión.
Si no se comprende y se tiene claridad que la pensión por jubilación siempre será una parte del salario cotizado y se quiere vivir al mismo ritmo y nivel de cuando se laboraba, el monto de la pensión siempre será insuficiente. Cuando se llega a la edad de jubilación, se cosechará lo que se sembró. Salvo el caso de tener una pensión por invalidez, gran parte de la responsabilidad de una pensión insuficiente, ya sea por cotizar con un bajo salario o por el endeudamiento, será de la propia persona y solo de ella.
En resumen, si la mayor parte de las cuotas aportadas para la jubilación han sido con salarios bajos, así mismo será el monto de la pensión que reciba el jubilado. Si llega a la edad de jubilación cargado de deudas, lo más probable es que la pensión se vea comprometida en el pago de un préstamo que merma el poder adquisitivo del jubilado, aunque su jubilación sea alta. Así está concebido el sistema de pensiones. Por eso, lo que haya que enderezar debe hacerse a tiempo, para no lamentarse en la vejez. Esa es la cara oculta de las jubilaciones.