Sal en la Herida
El deseo de libertad nos impulsó a separarnos de Colombia
El argumento de que somos un país inventado por los Estados Unidos u obra de las maniobras financieras de Wall Street es una ofensa a nuestro sentimiento patrio.
por Luis Alberto Díaz
Cada año aparecen por nuestras fiestas patrias escritos y comentarios que demeritan la gesta separatista del 3 de Noviembre que nos desvinculó de lo que quedaba de la Colombia de Bolívar. Algunos hasta afirman con regocijo y algún dejo de desprecio que no existió tal sentimiento de ser una nación independiente y soberana, sino que nuestros próceres y prohombres de la patria fueron unos traidores y vendidos al imperialismo yanqui y al dinero de Wall Street.
Da pena y rabia, al mismo tiempo, escuchar o leer tales señalamientos que otros, cual papagayos, repiten y propagan sin cesar por las redes sociales. Quien tenga un mediano conocimiento de los acontecimientos que antecedieron a la separación de noviembre de 1903, desde los primeros intentos de los istmeños apenas una década después de declarada nuestra independencia de España en 1821, podrá concluir que, desde mucho antes del 3 de Noviembre, existía un profundo sentido de patria y nación que nos impulsaba a asumir nuestro destino como pueblo independiente y soberano.
La intervención de los Estados Unidos en el proceso de separación de Colombia fue coyuntural, como igual lo fue la jugada financiera de Wall Street. Si alguien se vendió o nos vendió fue Colombia. Y lo hizo por los millones de dólares oro que le pagó Estados Unidos como indemnización por la construcción del Canal, además de las tierras darienitas limítrofes con el estado colombiano que nos correspondían desde tiempos coloniales. Los Estados Unidos vieron una oportunidad y la tomaron; los hombres de negocios de Wall Street también vieron su oportunidad y la aprovecharon.
Para entender el acontecimiento de la Separación de Colombia hay que ver todo el conjunto, no sólo lo que satisface el apetito anti imperialista de unos y el morbo de otros. Panamá era y es un país chico del cual los más fuertes han querido aprovecharse durante toda su historia. De no haberse dado la coyuntura de la construcción del Canal, ni los Estados Unidos ni Wall Street se habrían interesado en nuestra suerte. El poder bogotano, ya consolidado luego del fin de la guerra civil, nos habría aplastado con su fuerza militar como ocurrió varias veces durante los 82 años que estuvimos unidos. Si no hubiese existido ese sentimiento patrio y el deseo de ser libres y soberanos, tampoco se habría logrado la instauración de la república. Habríamos corrido la misma suerte de Puerto Rico, Cuba y Filipinas.
Fue ese sentimiento de patriotismo y libertad de los istmeños lo que trajo como consecuencia la Separación de Colombia. La prueba más fehaciente es la adhesión de los pueblos del interior y de Colón al movimiento separatista. De haber sido solo una cuestión de dinero y compra y venta de los próceres al resto del istmo no le habría importado.
Hoy vivimos un movimiento de sentimiento nacional contra el poder económico de la minera, que también cotiza en Wall Street. Aunque hayan convencido a los gobernantes, los ciudadanos han salido a las calles de cada ciudad, pueblo y comunidad a lo largo del país. Sentimiento comparable al que les tocó vivir otrora a nuestros mayores aquellos días de nuestra Separación de Colombia y nacimiento como república y estado soberano. Quien desconozca la lucha de nuestro pueblo, antes y ahora, simplemente no puede llamarse panameño.