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Panamá, la otra historia del jazz
Por Mario Hubert Garrido /Prensa Latina
Corresponsal jefe en Panamá
Ciudad de Panamá (Prensa Latina)-. El recién concluido XXI Festival Internacional de Jazz en Panamá reafirmó la necesidad de documentar cada hecho de ese género musical, aseveró a Prensa Latina el pianista y director de la cita, Danilo Pérez.
Varios historiadores concuerdan en que surgió a principios del siglo XIX en el sur de los Estados Unidos.
Una fuerte influencia africana produjo los primeros ritmos en Nueva Orleans, Kansas City, Memphis y San Luis, entre los sectores donde se popularizó con gran energía.
Los elementos básicos, constituidos en la producción que ofrecían los instrumentos de percusión y cuerda, comenzaron a combinarse con melodías procedentes de Europa.
Desde el final de la guerra de secesión, empezaron a manifestarse bandas que tocaban el llamado ‘jazz rudimentario’, base para el surgimiento de lo que hoy conocemos, subrayaron expertos.
A partir de allí, se da la incorporación de un peso sonoro distinto, con presencia de percusión y cuerdas y la introducción de trompeta, trombón y clarinete al arsenal de producción musical, en armonía con el piano, la batería y el bajo.
LLEGA A PANAMÁ
Desde sus inicios, las notas del jazz fueron marcadas por la trascendencia histórica, pero más por la necesidad que tenían aquellos oprimidos de expresar sus sentimientos.
Se considera a Luis Russell como el padre del jazz en Panamá, quien registró una excelente su carrera en los Estados Unidos, donde dirigió la orquesta del inmortal Louis Armstrong.
RECIENTE ENTREGA
El Festival de Jazz en el país del istmo derivó escenario propicio para que la saxofonista y musicoterapeuta nacida en Chile y panameña Patricia Zárate presentara su más reciente libro, “Reimaginando las Narrativas Culturales y Musicales del Jazz en Panamá”.
La obra, según narró en un conversatorio, recorre los tres movimientos históricos del jazz, desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad, con la próxima generación y su posición en la historia de este género musical.
Según ese estudio, la primera mención de Panamá en una canción de este género data de 1880, con Panama Route Waltz, escrita por Arthur F. Maylath.
No hay registro de la razón del por qué Maylath eligió este título o si fue escogido por su editor, sin embargo, Zárate encuentra consonancia en la mención del istmo por las relaciones con Estados Unidos , lo que ponía el nombre de Panamá en la conciencia de sus pobladores.
COMERCIO Y MUSICA
Aunque para muchos, en un principio podría pensarse en el ferrocarril interoceánico resultò el punto de partida de los lazos culturales entre ambos países en relación con el jazz, es el comercio de la banana en la segunda década de este mismo siglo cuando inician los intercambios entre lugares importantes para el género como Nueva Orleans y Nueva York y Panamá.
ara Zárate en la etapa llamada pre-jazz, se interpreta a Panamá como un lugar unidimensional, primitivo, localizado en un trópico caótico que necesita a la norteña nación para atraer el orden, la limpieza y la modernidad en el imaginario estadounidense.
Todas las canciones de esta época relacionadas con Panamá, están construidas para crear narrativas nocivas alrededor de las personas racializadas en Panamá y América Latina, especialmente los afrocaribeños traídos a la región para el trabajo esclavo, explicó.
Algunas de las canciones que ilustran perfectamente esta intención incluyen a Christina, the mad girl de Michel Delevante.
Por otro lado, el hombre blanco era tratado como superhéroe en las canciones de jazz de la época. Temas como The man who swung a pick at Panama e In Panama, son ejemplos de ello.
“Las imágenes del esclavo negro inepto y perezoso; y del artista negro simplista y sonriente
fueron adaptadas en representaciones engañosas de trabajadores afroantillanos en Panamá, haciendo creer que vivían una vida fácil y sin preocupaciones.
Estas desempeñaron un papel de propaganda que servirían para reclutar mano de obra mal pagada del Caribe y continuar con el legado de la esclavitud recientemente abolida en Estados Unidos”, también comentó Zárate.
REALIDAD PANAMEÑA
La realidad panameña, según la autora, es mucho más rica y compleja en su existencia, extremadamente diversa y profundamente artística y creativa.
En ese sentido, subraya que musicalmente hablando, las bandas militares se desarrollaron a la par e incluso antes que las estadounidenses, en función de escuelas musicales.
Algunos colectivos como la Banda Republicana, fundada en 1876, asegura, no solo fue una escuela de música sino que sirvió como un vínculo entre la cultura y el concepto de nación de muchos panameños.
En ese entorno, entre bandas republicanas y bandas de iglesias metodistas, que en el istmo se asentaron las bases de las primeras bandas de jazz.
NUEVOS HÍBRIDOS
También destaca que en la segunda mitad del siglo XIX, se producen nuevos híbridos artísticos que se convierten en la base de la música popular moderna y aparecen grandes figuras locales que empiezan a destacar, no solo en Panamá, sino en todo el mundo. Algunos de estos son Luis Russell, Randy Weston, Eric Dolphy, Billy Cobham, Alex Blake, Carlos Garnet y Mauricio Smith, algunos identificados como estadounidenses, pero son destacados músicos panameños.
Sin embargo, Panamá ha sido una parte importante de las conversaciones musicales transnacionales panafrolatinas que hacen que surja el jazz., indicó.
Para la también docente, el actual movimiento del género, denominado global jazz, es un nuevo paradigma en el género que nace en un mundo, pero que se desarrolla con la influencia de Panamá y propone un cambio radical en la educación musical para la creación de un mundo nuevo, que coloca a la academia en la misma sintonía que la realidad histórica.
En síntesis, dijo, no se puede entender el jazz reduciéndolo a los Estados Unidos, a pesar que se le considere un género musical “clásico” de aquel país, sin considerar el aporte de la diáspora africana en América Latina y el Caribe y, especialmente de Panamá.
Para la autora si la historia de panameños en el jazz desapareciera, entonces, se perdería una “importante conexión de los Estados Unidos y América Latina”, una conexión que además borraría, la diáspora de los africanos en América, cuya música ha sido y es trasnacional, desde lo “popular”, hasta lo “culto”, pues el cosmopolitismo cultural no está reservado a las élites.