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El Osvaldo Ayala detrás de su acordeón
Nadie imaginaba que un pequeño niño que tocaba a escondidas el acordeón de su hermano, e hijo de padres trabajadores oriundos de la provincia de Los Santos, se convertiría en uno de los grandes músicos del folclor nacional.
por Luis Alberto Díaz
Bautizado como Osvaldo Emilio Ayala Degracia, cuyos padres eran Francisco Ayala Vergara y Didia Degracia de Ayala, nació en la ciudad capital de Panamá, pero nunca olvidó aquel terruño en Paritilla, donde lo esperaba la abuela Cristina cada verano cuando llegaba la época de las vacaciones escolares.
Cuenta el mismo Osvaldo, escudriñando en su memoria, que le tocó nacer en Panamá porque su madre, que era enfermera de profesión, había sido trasladada a prestar servicios en el Hospital Santo Tomás, «cuando él venía abordo» y esas circunstancias lo hicieron nacer acá y no en Paritilla, allá en su querida provincia santeña, suerte diferente a la de sus hermanos Francisco y Cristina que nacieron en Las Tablas. Sin embargo, en su tierrita de Paritilla, como la llama Osvaldo con gran emoción, pasaba todos los veranos que eran fabulosos, según cuenta. Los ríos, los juegos de beisbol, montar caballo, eran maravillosos cuando salía de la escuela en diciembre y retornaba a la capital una semana antes de recomenzar la escuela. Vivencias inolvidables de las que tiene muy gratos recuerdos.
Tratando de curiosear un poco en la vida de Osvaldo Ayala le preguntamos sobre el origen de su nombre y por qué le habían bautizado así. De manera espontánea, con esa sinceridad característica de la gente santeña, responde que eso nunca se lo dijeron, aunque su segundo nombre le viene de un hermano de su papá llamado Justo Emilio Ayala.
El músico que llevaba por dentro.
Dice un adagio popular que de poeta, músico y loco todos tenemos un poco, y Osvaldo no fue la excepción. Aunque en su caso lo de músico fue mucho más que un poco. Su primer instrumento, como es de suponer, fue el acordeón. Relata que su papá le había comprado uno de esos instrumentos a su hermano mayor por Navidad. Llegado el periodo escolar, sus dos hermanos mayores se iban a la escuela y él, por ser el más chico, se quedaba en casa. Por supuesto que también el acordeón de su hermano Francisco y, para usar las palabras del mismo Osvaldo, bajo esas circunstancias el «se lo goloseaba» y se ponía a tocarlo escuchando la radio y tratando de copiar lo que escuchaba en las transmisiones. Así aprendió a tocar.
Poco a poco fue adquiriendo destreza, no solo con el acordeón, sino con otros instrumentos. Su hermano mayor también tocaba el tambor y su hermana cantaba, por lo que también aprendió a tocar toda la percusión como la caja, el tambor en todas sus variantes, la guitarra y el bajo.
La vena artística lo acompañó desde temprano. En la escuela, por ejemplo, estuvo en el conjunto típico y ya un poco mayor de edad juvenil participa en diferentes conjuntos, entre ellos el Del Valle de Tonosí, con el cual hizo su primer viaje internacional a la ciudad de Salta, en Argentina, y con el que ganó muchos premios. Luego pasaría al conjunto «Canajagua» de la profesora Norma de Testa; todo esto bajo la mirada escrutadora de sus padres, quienes aspiraban siempre que sus hijos obtuvieran un diploma universitario.
Aunque su papá sentía orgullo de que él y sus hermanos tocaran en fiestas y reuniones con los amigos que eran vecinos de los pueblos aledaños, como era costumbre de la gente del interior, su padre y su madre les animaron en todo momento a seguir una carrera universitaria. Esa guía de sus progenitores dio sus frutos, al punto que su hermano mayor se graduó como laboratorista, su hermana (ya fallecida) profesora de inglés y él obtuvo el título de economista.
Entre música y juventud normal
Pero no todo giraba en torno a la música en Osvaldo Ayala durante su niñez y adolescencia. Como a cualquier otro niño o muchacho originario del campo, también lo picaron las «guágaras» y se picó con ají chombo varias veces, durante sus andanzas por la campiña en la que pasaba el día comiendo piñuelas por los potreros o en el río desde la mañana hasta la tarde, cuando regresaban cenizos de tanto estar metidos en el agua y bajo el sol.
Le preguntamos a Osvaldo si además de la música tenía alguna otra afición en su juventud y nos cuenta que jugó mucho basquetbol, porque tenía buena estatura para jugar. En sus tiempos de estudiante de secundaria -nos dice- jugó en la categoría mediana. Pero el baloncesto no fue todo, también se aplicaba en otros deportes como el softbol, del cual era un birrioso los sábados y domingos por la tarde, en su barrio de San Francisco, en la capital, donde vivió su niñez y juventud. Recuerda con nostalgia aquella cancha de basquet que había en el sitio donde actualmente está ubicada la estación de policía de ese corregimiento donde vivió. «Con el beisbol la cosa no anduvo muy bien como deportista, comenta riendo Osvaldo. Allí la bola era muy rápida y me ponchaba a cada rato, pero me las desquitaba en el softbol, donde sí era bueno, aunque lo mío siempre fue el basquetbol», concluye.
Carrera musical
Osvaldo Ayala divide su carrera como músico en dos etapas. Como amateur, en la que ganó el concurso Gelo Córdoba a los 14 años, la competencia más reñida y difícil para los interpretes del acordeón que se realiza dentro del marco del Festival de la Mejorana de Guararé, concurso por el que han pasado los más preclaros exponentes de la música típica panameña. Durante esta etapa como amateur, el maestro Dorindo Cárdenas lo escuchó tocar y lo invito a hacer una gira con él «como probándolo», según intuye Osvaldo. Me iba con él a los bailes y lo «remudaba» como a eso de la una o dos de la madrugada -nos dice con gran emoción- y cree que allí Dorindo vio un gran potencial en su persona.
Ya cuando cumplió los 17 años y al final de su escuela secundaria, Doriindo Cárdenas le ofreció hacerle un conjunto y lo ayudó económicamente para formarlo. «Por eso siempre le he vivido agradecido, por la oportunidad que me brindó», cuenta Osvaldo con profunda emoción y sentimiento; aunque el maestro siempre le dice que si hubiera sido malo no habría caminado el asunto, pero caminó.
Lo que considera interesante Osvaldo Ayala de los inicios de su carrera es que hizo una propuesta musical diferente, sin tratar de imitar a los otros, «ni siquiera al gran maestro Dorindo Cárdenas», comenta nuestro entrevistado. Se corrió el riesgo de que gustara o no gustara su propuesta musical y dice estar complacido porque, gracias a Dios, gustó y ha gustado siempre.
El mejor acierto en su vida
A esta pregunta Osvaldo contesta sin titubear que ha sido tener sus hijas y nietos y, a la vez, su peor fracaso -si tuviera que decirlo- es el sentimiento de no haber podido dedicar más tiempo a su familia y a sus hijas como hubiera querido, sobre todo cuando estaban chicas, por causa de su trabajo que le demandaba mucho tiempo fuera de casa.
Muchos han sido los avatares y viajes de este consagrado músico del folclor panameño y muchos los viajes de uno a otro confín del país. Desde Bocas del Toro hasta Darién y San Blas (donde filmó un video para Univisión y para los canales 23 y KO de Miami), además de diferentes giras por 27 países del mundo.
¿Lo volvería a hacer?
Preguntamos a Osvaldo Ayala si sería músico de nuevo de volver a nacer. Lanza una sonrisa y dice que a veces se pone a pensar cuando regresa muerto de cansancio tras largas horas de trabajo y de viaje en carro y se pregunta: «¿Qué hago aquí?» Pero también piensa que está con gusto además del cansancio y se le pasa.
La vida de un músico tiene sus momentos felices y tristes. Como dice la letra de otro gran artista panameño, Ruben Blades, en la canción «El Cantante» que interpreta Héctor Lavoe: «y sigo mi vida con risas y penas, con ratos amargos y con cosas buenas» y la vida de Osvaldo no es la excepción. Nos cuenta que los momentos felices en su carrera, gracias a Dios, han sido muchos; pero considera que el más feliz fue haber sido el panameño que tocó el día de la transición del Canal a manos panameñas, aquel 31 de diciembre de 1999, en las escalinatas del Administration Building. «Fue un motivo de orgullo e impresionante tocar allí con la Orquesta Sinfónica Nacional vestido de gala como los otros músicos de la orquesta.» Pero ese no ha sido el único momento -aunque sí el más significativo- porque también es motivo de alegría y felicidad el haber tocado en la sede de la OEA en su gran salón de recepciones en Washington. El momento triste no podía faltar, porque también estuvo incluido en el cuestionario de esta entrevista. Narra Osvaldo Ayala que su momento más triste fue cuando tuvo que tocar en Atlapa el día que murió su madre; pero le confortaba que ella siempre le decía que el día que ella faltara él tenía que continuar con lo suyo y con ese recuerdo de su madre fue capaz de cumplir con su compromiso en el escenario.
Nuevas corrientes
Todo artista que quiera estar vigente, en especial el músico, tiene que reinventarse y actualizarse constantemente. Ayala dice verse a corto plazo en medio unas nuevas corrientes con propuestas diferentes e innovadoras en la música típica, pero confía en que tiene un nombre marca que constata en cada una de sus presentaciones. Hay muchas canciones hoy en día que son muy efímeras -señala Osvaldo- y algunas apenas duran tres o cuatro meses en la lista de preferencias del público; pero canciones suyas de hace 40 o 45 años todavía el público las sigue pidiendo y eso para él es muy importante.
¿Saltaría al bando del reguetón?, le preguntamos. «Yo mismo no, pero he participado en producciones como el «Bam Bam» de los Rabanes tocando el acordeón y haciendo la primera voz cuando fue grabada en el estudio de Emilio Estefan en Miami, para quien fui acordeonista de planta durante varios años», responde Osvaldo Ayala.
Batería de acordeones
Para quienes observan con atención al asistir a las presentaciones de los músicos típicos del patio, en un lugar del escenario se colocan varios acordeones. Osvaldo Ayala tiene 16 de estos instrumentos y a todos los quiere como sus favoritos; aunque algunos músicos tienen una veintena o muchos más. Y ¿a qué se debe tan numerosa cantidad de instrumentos? Nada tiene que ver con ser coleccionista o con la vanidad de tener tantos; la razón es que cada instrumento debe tener un tono de afinación y no es sencilla la tarea de afinarlos ni cualquier persona lo puede hacer. En esta parte nuestro entrevistado resalta y reconoce la labor del técnico en acordenes panameño Jesús Abrego, a quien le confía los suyos.
No toda la vida Osvaldo Ayala ha dispuesto de tantos acordeones. Relata entre risas que en los primeros tiempos tocó con un acordeón prestado de Dorindo Cárdenas, pero después pudo tener alrededor de 5 propios durante sus primeros años como músico profesional. Riendo igual destaca que en sus primeros años conseguía acordeones como en 80 dólares y ahora cuestan alrededor de 1,500 dólares.
Paritilla o Escorpión
Entre los apodos que tiene Osvaldo Ayala destacan «De Paritilla Soy» y «El Escorpión de Paritilla» por mencionar los dos más conocidos. El mismo Osvaldo aclara el misterio. Dice que el asunto tuvo que ver con los escenarios en los que se presentaba. Los locutores del desaparecido salón de bailes típicos Orgullo de Azuero lo presentaban como Osvaldo «De Paritilla Soy» Ayala; en cambio, lo de El Escorpión fue un mote publicitario idea de Erasmo Sánchez Agriel allá en el Jardín Corotú. Este le decía que él era como un escorpión que picaba a la gente con un veneno de sabor y alegría de manera que nadie se queda quieto y todo el mundo empieza a bailar.
De manera jocosa nos dice que aunque el asunto no tiene que ver nada con su signo zodiacal, porque es Virgo de los de finales de septiembre, todos sus acordeones tienen pintado un escorpión y todos pican bien.
Más allá del típico
Osvaldo Ayala también ha interpretado piezas cuyo origen no es el típico. Cuando cumplió 40 años de vida musical se organizó un «show» en el que interpretó dos canciones en particular y que le recordamos en la entrevista. Antes de responder a nuestras preguntas hizo la salvedad de que siempre le han gustado los retos musicales, como grabar y hacer conciertos con orquesta sinfónica, incluso merengue con Wilfrido Vargas o alternar con Gilberto Santarrosa tocando el acordeón. Fue por eso que decidieron hacer un concierto VIP para sus 40 años de carrera musical incluyendo canciones típicas y otras de diferentes artistas, entre ellas algunas en inglés y en italiano.
Las dos canciones que le recordamos que cantó en ese concierto, y que incluyó en el DVD que se grabó para la ocasión, fueron «A mi manera» de Paul Anka y «Bruscia la Terra» que fue el tema de fondo musical de la película El Padrino. De esta canción en particular Osvaldo menciona que la aprendió en Italia, país en el que estuvo por algún tiempo. Al preguntarle sobre su canción preferida hace la separación entre las que son autoría de otros compositores y las suyas propias. Del primer grupo señala que, indiscutiblemente, su favorita es «Los sentimientos del alma» escrita por Francisco «Chico» Purio, para tocar en violín, por los años de 1930; pieza a la que el profesor Leonidas Cajar le agregó letra en los años 1960 y cuya lírica esta vigente hasta hoy, porque en los años que el tema fue compuesto por Purio solo se estilaba incluirle coro a las composiciones típicas. De las que son de autoría propia Osvaldo Ayala contesta sin dudar que su favorita es «Anhelos», canción que siempre pide el público y es tan popular que «hasta Bruno Tamburelli la canta», nos dice Osvaldo acompañando el comentario con una carcajada.
Un consejo a los pinos nuevos
Así como él recibió la ayuda de otras figuras de la música típica como el maestro Dorindo Cárdenas, también quiere contribuir con su granito de arena haciendo una recomendación a las nuevas generaciones de la música, especialmente a los acordeonistas: que sean originales y que no traten de imitar a otros. De esa manera se prueban ellos mismos sobre lo que están haciendo, cómo están haciendo las estructuras de las canciones y todas esas cosas. Se correrán un riesgo -recalca- de que pueda que gusten o pueda que no, pero hay que tirarse al río y, como decimos en el pueblo «el que no se tira al charco no lo cruza.»
Las canciones de Osvaldo Ayala han sido grabadas por artistas internacionales como El Gran Combo y Wilfrido Vargas. También participó en el álbum «La Rosa de los Vientos», ganador del Premio Grammy en 1996, para cuya grabación Rubén Blades convocó a varios autores y músicos panameños, porque quería hacer una producción totalmente realizada en Panamá. Blades recibió alrededor de 100 canciones para escoger 10 y las dos canciones de su autoría que presentó fueron incorporadas en las 16 del álbum. Una de ellas, «Tú eres mi canción», es la única de la que se hizo un video y Osvaldo Ayala la canta junto a Rubén Blades y, además, toca el acordeón.
1 Comment
Osvaldo no mencionó uno de sus temas más icónicos a mi juicio. ^El Pañuelito^, del fallecido compositor Carlos Clejorn. Este tema sigue sonandoen las emisoras.
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