Una joya sin tallar llamada Portobelo

 Una joya sin tallar llamada Portobelo

Con una gran cantidad de fortificaciones coloniales Portobelo es única en su tipo en el Caribe centroamericano.

Desde el paisaje feraz de Colón, pasando por corsarios, piratas y bucaneros, hasta las caras lindas de Ismael Rivera, Portobelo lleva a cuestas 427 años de historia y cultura que cual diamante en bruto espera un día la llegada de un joyero que le dé más valor y atractivo.

por Luis Alberto Díaz

Con un puerto natural rodeado de verde vegetación y los restos de castillos, fuertes y baluartes de la época española, el poblado de Portobelo ofrece al visitante extensas posibilidades de disfrutar de sus monumentos históricos, la religiosidad del Cristo Negro, la cultura congo y el inigualable paisaje natural del caribe panameño.

No hay en toda Centroamérica un lugar como el entorno portobeleño, lo que le da una sinigual ventaja comparativa desde el punto de vista del turismo sobre cualquier otro destino del Caribe centroamericano; solo nos faltaría desarrollar las ventajas competitivas que le imprima mejor valor como destino turístico. Tener un sitio catalogado como patrimonio de la humanidad, con restos de construcciones coloniales mucho más abundantes que Panamá Viejo; acceso directo al mar; islas y bosques cercanos, incluido el Parque Nacional Portobelo, con sus 35,929 hectáreas, de las que, aproximadamente, un cuarto es un área marina que destaca por sus Venas Azules, unos canales de aguas cristalinas y arenas blancas, rodeada de mangles; y algunas islas como Mamey y la del Padre hacen de Portobelo uno de los pocos lugares del país con potencial de desarrollo turístico inmediato.

La devoción al Cristo Negro atrae gran número de visitantes a Portobelo.

Sin embargo, para que este diamante pueda convertirse en una joya espléndida, hay que hacer un profundo trabajo con su población. A pesar de la historia y la cultura afrocaribeña que guarda, Portobelo es un sitio insalubre y carente de servicios e instalaciones para brindar una atención de calidad a los visitantes. El tránsito por sus callejuelas es caótico; la bulla y el escándalo están a la orden del día; los vicios de algunos de sus habitantes se reflejan en el desaseo y el poco aprecio que tienen por el rico patrimonio cultural del lugar.

Qué bueno sería poder caminar por un Portobelo con calles empedradas, limpio y aseado, con un aspecto estético atractivo y con actores locales un domingo o día de fiesta luciendo trajes de la época colonial, representando personajes de la sociedad imperial, piratas, criollos y esclavos, que narraran, de forma viviente, la historia de la otrora grandiosa y hoy pequeña ciudad.

Los puentes y las corrientes de agua puedrían agregar valor a Portobelo si estuvieran bien conservados.

Apenas con unos tres mil habitantes, Portobelo no parece mostrar vestigios de la pujante ciudad que albergó a grandes personalidades del mundo comercial, cultural y político de la época colonial española. Hoy se muestra empobrecida, junto con sus moradores, en espera de recuperar el esplendor que un día tuvo, pero desde un nueva dimensión. Sí, lejanos están los días de sus magníficas y reconocidas ferias, o de los galeones y otras embarcaciones que anclaban en sus puertos para traer las mercaderías del viejo mundo y llevarse otras mercancías y el apetecido quinto real en oro y plata de Nueva Granada y Perú que reclamaba la corono española a sus colonias del nuevo mundo.

Edificio restaurado que albergó la aduana de Portobelo y fue residencia de funcionarios reales.

Pero no todo se circunscribía al comercio, porque Portobelo también era una importante plaza del comercio de esclavos que funcionaba en su negrería, que era el lugar donde se compraban los negros para trabajos forzados y que eran valorados según su porte corporal y la blancura de sus dientes. A pesar del sufrimiento y el dolor que experimentaba debido a su condición de esclavo, el orgulloso negro portobeleño nunca perdió el sentido de la vida y el gusto por celebrarla. Prueba de ello es el gran legado cultural del baile congo que hasta nuestros días se conserva, su variada y exquisita gastronomía y esa afable sonrisa adornada con la blancura de sus dientes que le imprime un sello muy particular a la comunidad portobeleña y que forma parte de la herencia afropanameña de nuestra nación panameña.

El destino de Portobelo, para alcanzar el progreso, tiene que pasar, inexorablemente, por el desarrollo del turismo y el aprovechamiento de su riqueza natural y cultural. Lo tiene todo y no tiene nada, cual joya escondida en espera del artesano que le dé el valor que se merece.

 

Luis Alberto Diaz