TRES LÍNEAS: La moral y la política
Las actuaciones privadas de toda persona son la base de cómo serán sus actuaciones públicas. En el caso de los políticos, lo que hace en lo privado o como persona particular es calco exacto de lo que hará en la vida pública. Quien quiera saber cómo será un político en el ejercicio de un cargo público, solo tiene que averiguar cómo ha llevado su vida en el ámbito privado.
Es por eso que las imágenes que circulan por las redes sociales de dos figuras políticas del patio, abordo de un yate propiedad de otro político, golpean fuerte la conciencia ciudadana. Y no nos referimos al aspecto sensual o sexual del asunto, sino a la promiscuidad política que implica la presencia de esas dos figuras en la embarcación, cada uno de un partido diferente, incluyendo al propietario del bote.
Dicen que el amor es ciego y, si ese es el caso, no hay barreras partidarias para profesarse los sentimientos de cariño. Pero, más allá de esa premisa, hay otras consideraciones dentro del orden moral de la política que, difícilmente, tienen justificación en cuanto a lo ética y moralmente correcto.
- ¿Debe una aspirante a la candidatura presidencial aceptar viajar por placer en la embarcación de otro pretendiente a la presidencia sin que ello afecte la confianza de los electores?
- ¿Puede un funcionario en ejercicio pedir un yate prestado a una controvertida figura empresarial y política sin que eso comprometa su reputación como servidor público?
- ¿Tendrán estas personas algún límite ético y moral entre lo que deben hacer o dejar de hacer como figuras políticas?