El exilio venezolano es un crimen continental

Por Avenabet Mercado / Línea Directa
Los Estados Unidos, en la gestión presidencial de Donald Tromp, extendieron sus manos de ayudas a Panamá para enfrentar el drama de la migración ilegal. Con visión de Estado y buenos principios legales de jurisdicciones, como nos plantea el Tratado Marco de Seguridad Democrática en Centroamérica, las naciones involucradas pudieron adoptar » posiciones y estrategias conjuntas para la defensa legítima de sus respectivos connacionales en el exterior» frente a medidas tendientes a su repatriación ordenadas.
En el caso de la crisis migratoria por Panamá, las autoridades dedicaron capítulos especiales para frenar el constante flujo de emigrantes por el territorio, principalmente en los únicos puntos fronterizos de Costa Rica y Colombia como son las trochas de Paso Canoas y Darién.
La migración ilegal camino a los Estados Unidos atravesando desde Colombia hacia Panamá, para luego avanzar por las naciones de Centroamérica se ha frenado. Desde el inicio de la campaña migratoria los gobiernos involucrados para resolver la crisis marcaron un escenario frontal y de responsabilidad moral con los Derechos Humanos.
Iniciando por Costa Rica, que protege muy bien sus fronteras, debemos reconocer que el Istmo Centroamericanos se sumó a un trabajo conjunto de políticas migratorias transparente, con principios legales responsables, honestos y amigables con la realidad social que se vive en la región acorralada por los niveles de desempleo, crisis en la familia y una violencia de pandillas que avanza sin control igual que un Caballo de Troya.
Nicaragua, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Belices, Panamá y Colombia, incluyendo a México, tienen grandes compromisos aplicables a la atención de las causas de la migración forzada y a la obligación de propiciar un cambio progresivo en la calidad de vida de sus pueblos.
Entre los problemas de la crisis migratoria ilegal todas las naciones involucradas observaron el drama humano juntos a Procuradores de Derechos Humanos. Se abordó la problemática de las personas desplazadas en Centroamérica y América del Sur con elevados criterios de responsabilidad social.
En el camino recorrido, donde Panamá jugo un papel fundamental, se observaron escenas de dolor con los hermanos venezolanos que dejan su nación, no por hambrunas, sino por el martillo de una dictadura sangrienta, de persecución y violación a todos los principios que establece la democracia en elecciones electoral libre.
Panamá, aún hoy en día, sigue estrechando las manos de ayuda a los hermanos venezolanos por un camino más justo, más humano y donde los niños tengan derechos a soñar y vivir en paz.
Se hace urgente y necesario de que llegue el tiempo donde, en cada nación de América (del norte y del sur), nos unamos estrechando las manos como hermanos de la democracia; entonces, iniciemos la gran jornada política de un solo grito por la paz de Venezuela, que sea una lucha bajo todos los principios del humanismo internacional para ayudar a todas aquellas familias que viven en el exilio sin poder regresar a su nación.
Hoy en las calles de Venezuela, muchas veces, se observan escenas duras de soportar, algunas de aberraciones políticas. Panamá ha extendido un punto de apoyo a muchas familias que tocan nuestras puertas, igual lo hace Estados Unidos, Canadá, Guatemala, El Salvador, República Dominica, Puerto Rico y otras naciones de El Caribe que llevan hasta los países de Europa el drama de dolor humano.
Los cancilleres y parlamentarios de Europa y América, expertos en temas de Derechos Humanos, deberían dejar a un lado cualquier diferencia regional y sentarse con seriedad y más celeridad en las sillas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para apoyar oportunamente con acciones más concretas los caminos más justos por la democracia de Venezuela.
El teatro que hoy vemos, con tantas escenas del exilio venezolano, es de dolor; deberías darnos vergüenza a todos. El papel de la democracia en América necesita de una nueva música. En Chile se le extiende las manos de ayuda, lo hace Perú y también Colombia; pero se necesita un esfuerzo mayor que llegue con fuerza a las Naciones Unidas.
La represión política a ciudadanos indefensos de la dictadura ya no es de dolor, es de aberración. Empecemos hoy, desde cualquier instancia, a velar y exigir pleno respeto por los derechos humanos. Todos juntos a estrechar las manos por la Democracia y más aún, por el dolor a la niñez. El exilio venezolano es un crimen continental, duele; pero callar es una vergüenza, es complicidad.