La transparencia en las compras del Estado

 La transparencia en las compras del Estado

Crónicas en tiempos del Coronavirus XI

Por Ebrahim Asvat

Nadie puede negar la sorpresa como llegó la crisis del coronavirus a Panamá.  No estábamos preparados para ninguna crisis de esa magnitud.  Por años, el Estado ha venido descuidando la información estadística de sus ciudadanos.  Y si de alguna forma hay información, la misma esta diseminada en distintas instituciones.  A la hora de realizar una distribución ordenada de alimentos o ayuda económica no tenemos información precisa de quiénes deben recibir el aporte del Estado. 

Ese es uno de los grandes retos que enfrenta el gobierno y se ha reflejado en la poca capacidad actual para atender a los necesitados. No es culpa de Nito Cortizo. Algo de coordinación y respuestas vendrá en el camino y estoy seguro se cometerán muchos errores como aquellos donde una familia reciba más de una bolsa de alimentos o personas no calificadas reciban el bono solidario. Frente a esta situación es importante hablar con claridad y elevar a falta administrativa el utilizar el bono solidario sin derecho a ella por estar laborando.   Recibirlo es quitárselo a quien lo necesite.   

 Por otro lado, es también cierta la falta de transparencia en las compras de urgencia.  El país  le ha perdido la confianza a la dirigencia de esa comisión de compra liderada por el Ministerio de la Presidencia.  En momentos como los vividos es un crimen lucrar con la angustia del pueblo panameño frente a la disrupción de su modus vivendi.  Quienes sean los responsables deben ser destituidos. 

Al Presidente de la República solo se le pide que tome cartas en el asunto y se desvincule de aliados y amigos que le hacen daño a su responsabilidad presidencial.  Nadie hoy cuestiona al Presidente, solo le exige que tome la decisión.  En el camino se irán aliados que en realidad a menos de un año le están produciendo más daño que bien.  

En política uno tiene que vigilar más a sus amigos y aliados que a sus enemigos. Esos que están cerca son los más propensos a embriagarse en el poder y cometer fechorías.  El Presidente debe tener a sus  oidores en cada institución del Estado. Delegar sin vigilar, por razón de una confianza mal depositada en política es camino al desastre. 

Al final el que paga los efectos de un manejo ilícito o delincuencial de sus allegados es el Presidente.  Por ende hay que cuidarse del equipo.  Hay que estar bien claro cuál es la línea y cuáles son las consecuencias de violar la línea. La decisión de desprenderse de uno de ellos es para que sirva de ejemplo a los demás y sepan cuál será su suerte si la violan.

 

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