El peligro de la frustración

 El peligro de la frustración

por Ernesto A. Holder

El fallecido comediante afroamericano Bernie Mac acuñó la célebre, cómica, pero reflexiva frase: “At some point the bullshit has gotta stop!”. Les dejo la traducción. El uso y abuso del poder, por gobernantes y sus más cercanos allegados ha sido la tónica históricamente y en las últimas dos décadas, parece acentuarse. A dos años del presente Gobierno, las cuentas en materia de correcciones en el manejo de la cosa pública siguen pendientes.

Queda uno pasmado con solo pensar en la cantidad de personas que pareciera han cometido delitos que los lanzaría a la cárcel si la justicia atendiera las investigaciones hasta las “últimas consecuencias” y hasta el último de los involucrados, por comisión u omisión. Pero van dos años de este Gobierno y lo que ha marcado es la duda concreta y razonable sobre el manejo de los dineros y programas del Estado.

El espejo histórico existe. Los políticos sabios (y de esos hay pocos en este país), debieran conocer, por ejemplo, todos los encausamientos a figuras de alto nivel que se han dado a lo largo de la historia, incluyendo gobernantes latinoamericanos. Costa Rica, apenas la semana pasada, ha dado muestras de determinación, seriedad e independencia judicial.

Es un ejercicio obligatorio para cada político los desafíos de gobernar ante las tentaciones. (Pareciera difícil para los empresarios que solo piensan en hacer dinero y los tecnócratas que fallan a cada rato en sus cálculos y evaluaciones sobre el entorno). Y es obligatorio que conozcan sus limitaciones, sus más íntimas debilidades como ser humano y sus taras personales; controlarlos para no enredarlos en las cosas del manejo del Estado.

Permítame repetir lo siguiente: independientemente de la pandemia por el coronavirus, el robo descarado de los dineros del Estado ya tenía a la población en una situación desventajosa y peligrosa. Creo que los estudios quedan pendientes, pero alguien, al final, debe hacerlos. Durante muchos años, muchas personas morían en los hospitales porque no había insumos o el equipo adecuado para atenderlos. Morían de males perfectamente tratables. El coronavirus intensificó eso. Piensen en cuántos niños murieron en las áreas apartadas del país porque no existía la posibilidad de atenderlos con la emergencia debida. Cuánta maquinaria dañada hay en los hospitales, falta de agua potable, etc.

Igualmente, los retos que ya existían por la falta de escuelas apropiadas para las clases marginadas y, en el último año, los sistemas tecnológicos para garantizarles algo de enseñanza virtual mientras esperamos superar las cuarentenas necesarias para no propagar el virus.

Este jueves 1 de julio, el Gobierno ha iniciado su tercer año en medio de una situación de desgaste y retos a su credibilidad, dados los supuestos eventos de corrupción que han surgido en este periodo de su gestión, con el agravante de la pandemia mundial que le salió de la nada.

Pero, a mi parecer, aunque no se diera la pandemia, lo que vivimos hoy era previsible. No iba a ser fácil enfrentar y/o desmontar un sistema corrupto que ha existido por décadas. Toca tener coraje y determinación; valentía y entereza. Y eso no solo es con el Sr. Presidente, sino con todos los que, de una u otra manera, están en una posición de negarle espacio a los que escogen continuar por ese camino. No solo es que los malandrines tienen por naturaleza utilizar todas las herramientas posibles para mantener sus espacios mal ganados, sino que también las utilizan sin escrúpulos para desprestigiar a cualquiera, desacreditar a los que pueden encausarlos y efectivamente poner en duda la entereza de cualquiera.

A dos años de haber asumido el mandato, las cosas pintan difíciles y desde los círculos más íntimos del Gobierno no parecen haber recibido los mensajes (o exigencias) de rectificación. Los enemigos más dañinos en la causa por el adecentamiento de la nación, muchas veces, son los que nos rodean, los que están llamados a dar el ejemplo; los que forman parte del Gobierno y todas las instancias que tienen la obligación de respetar y hacer cumplir las leyes. Les quedan tres años. Puede ser este Gobierno o el que sigue, o el que sigue después de ese. Pero algún día… algún día, como dijera Bernie Mac, esto tendrá que resolverse – “the bullshit has gotta stop” -. Lo que me temo es que no sea de la mejor manera.

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