Este tiempo que vivimos
El asunto de la integridad
Ernesto A. Holder
La biografía de Peter Drucker dice que: “fue un consultor de administración, educador y autor austriaco-estadounidense, cuyos escritos contribuyeron a los fundamentos filosóficos y prácticos de la corporación empresarial moderna. También fue un líder en el desarrollo de la educación gerencial, inventó el concepto conocido como gerencia por objetivos y autocontrol y ha sido descrito como ‘el fundador de la gerencia moderna’.”. Lo menciono porque los que nos gobiernan, la mayoría, educados en universidades y centros educativos del más alto nivel, en algún momento habrán estudiado las teorías de Drucker…, creo. Igual, la conducción de las cosas del Estado y del Gobierno, deben darse en el marco de una administración eficiente y productiva de los recursos públicos.
Drucker puntualizó muy claramente que: “Las personas con las que un individuo trabaja, y en especial sus subordinados, saben en unas cuantas semanas si dicho individuo posee integridad o no. Puede que pasen de largo muchas cosas: incompetencia, ignorancia, inseguridad o falta de modales. Pero no perdonarán la falta de integridad en el individuo”. Aquí, eso no es del todo cierto. En este, y muchos de los Gobiernos anteriores, la falta de integridad ha marcado el camino.
El presupuesto asignado a la Asamblea Nacional para el 2022, los profesores y maestros que encuentran cada excusa para no volver a las clases presenciales, los manotazos y bravuconadas de los diputados en las discusiones en la Asamblea (y lo que hay detrás de lo que se discutía con respecto a los presupuestos de la Autoridad de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa), el asunto de los hisopados para viajar a las islas del golfo, los abusos de menores de edad en los albergues, y todos los otros escándalos que salen por semana, están teñidos de todo: ignorancia, corrupción, incompetencia y sí, de falta de integridad.
Ya no hay manera de ver a estos políticos como nobles que trabajan en beneficio de las mayorías. No hay manera de tratar de enmarcar lo que ocurre hoy entre los márgenes de las definiciones y los conceptos más avanzados y filosóficos sobre la política, cuando el beneficio primario y fundamental es el aprovechamiento de la cosa pública y el enriquecimiento de los actores “políticos” (para mí: oportunistas y malandrines).
Los involucrados en todas estas patrañas no ven nada malo en sus acciones. Y, muy a pesar de lo que Drucker señala, los que tienen alrededor actúan para ellos y para los mismos objetivos; al final, esa falta de integridad es compartida. Muchos se benefician de esa conducta, sin importarles la extensión y profundidad de los daños que puedan ocasionar a las raíces sociales y la grave afectación al sistema y desarrollo la sociedad; particularmente, el asunto de los educadores que se niegan a retornar a los salones de clases, o los funcionarios que se han beneficiado de los negociados durante la pandemia.
Ya sabemos, y se ha dicho de mil maneras: el camino a cambiar el “statu quo” es un sistema de justicia que haga su trabajo, puntual y certero, y un proceso educativo que prepare a las generaciones en formación para que asuman los retos de construir una mejor y más justa sociedad, teniendo presente que las correcciones deben ser dramáticas y duras, si en verdad se quiere limpiar el sistema.
Me toca repetir, nuevamente: hay otros asuntos ocurriendo en el mundo y a la vez, otros temas que como sociedad pudiéramos estar explorando a través de estos artículos semanales. La pandemia ha puesto sobre el tapete los retos tecnológicos desde innumerables perspectivas, por ejemplo: para la educación, para el emprendimiento a alto nivel o para la pequeña empresa o para las transformaciones necesarias en el área de la salud. Pero cada semana es más difícil tocar otros asuntos.
Debiéramos, con mucha más frecuencia, elaborar sobre temas que otras sociedades de cierto nivel cultural aprecian y esperan de sus formadores de opinión. En vez, toca la tarea de no dejar que estos señalamientos se apaguen. Insistir en que los corruptos se hagan responsables de sus actos. La gente que nos gobierna ha marcado una falta de integridad que no da lugar a dudas y no deja espacio para que podamos tocar otros asuntos de valor para el desarrollo integral de la sociedad hasta que los asuntos públicos no sean dirigidos por personas íntegras.
Comunicador social. [email protected]