Las Terceras fuerzas o los movimientos moralizadores en la política panameña.
La bitácora
Ebrahim Asvat
@easvat
Ahora que se oyen voces de nueva sangre política, valores y transparencia. Una nueva manera de hacer política la pregunta de rigor es si tal propuesta encontrará apoyo popular lo suficiente para ganar unas elecciones. Yo fui parte de un partido bien formado de líderes con valores y transparentes. Hablo del Partido Demócrata Cristiano así como se conoció en la década de los ochenta y noventa. Nunca tuvo más que el 20% de la simpatía popular. Solo durante el período de la crisis política de 1987-89 y con la decapitación del partido del Dr. Arnulfo Arias, la democracia cristiana cobró nuevos bríos y fortaleza.
En un momento de polarización el partido político que venda un discurso de transparencia, buen gobierno, honestidad tiene un espacio ganado y posibilidades de triunfo. Si no hay polarización electoral retorna a su base natural. No más del 20% de los votos. Veamos los antecedentes inmediatos con el surgimiento de Papá Egoro en 1994. La tercera fuerza con Alberto Vallarino en 1999, Las candidaturas independientes en 2019. No llegan a la cima por muy buena estructura partidaria y valores cívicos morales. El resto del país sigue el juego de los partidos tradicionales o los movimientos populistas.
En Panamá siempre han existido grupos de panameños con buenos sentimientos patrióticos y deseos de conformar un gobierno sano y honesto. Se han organizado en partidos o movimientos políticos. Ninguno ha llegado al poder y la pregunta de rigor sería si son tan buenos porque no los escoge el electorado. Acaso el país no desea tener gobiernos honestos, eficientes y funcionales. Quizás la respuesta no sea tan satisfactoria para muchos, pero los resultados indican lo contrario. Cuando asumes la posición de seriedad política, transparencia en la gestión pública, meritocracia, gobierno sano, el electorado lo observa con un nivel de desconfianza, algo de elitismo que no corresponde con la idiosincrasia consuetudinaria. Si es muy serio no hay excepciones y si no hay excepciones estoy descalificado.
Ese análisis está en la psiquis y el ingreso en los procesos electorales solo tiene sentido mientras exista un compromiso transaccional entre partido, candidatos y electores. El rejuego político en Panamá es esquizofrénico a veces tenemos delirios de ver al país transparente, funcional, eficiente pero no son más que delirios. La realidad aterriza rápidamente en un juego transaccional donde la relación simbiótica gobernantes y gobernados en un reparto transaccional es lo que priva por encima de las virtudes políticas enunciadas por Aristóteles.