Por Avenabet Mercado /Línea directa

Se está generando en Panamá un sistema de salud caótico, nos trae el germen de la desigualdad y de la peor injusticia social; ensanchando, en lugar de reducir la brecha que existe entre ciudadanos con recursos económicos y ciudadanos con escasos recursos económicos.

Es en ese camino que desde hace tiempo ya la salud en el país se observa como una verdadera fuente potencial para las inversiones económicas o de buenos negocios y, en consecuencia, distintos sectores de poder generan sus estrategias en interés de introducirse,  progresivamente,  en la  plataforma social.

A la vista de todos,  pero sin dejar huellas, se ha generado una  situación de silencio y privilegio legal en donde dos o tres familias se transforman en agente económico con un gran poder de mercado. O sea, ellos son los únicos dentro de la cadena de medicamentos que tienen la fuerza, recurso, servicio determinado y diferenciado.

Es bien alegre el negocio de los medicamentos en el país, combatir dicho monopolio comercial no es nada sencillo. Uno de los primeros pasos que viene generándose consiste en suscitar la polémica política sobre la “ineficiencia” de los sistemas de salud,  siempre tratan de identificar a los servicios públicos dentro del mundo de la burocracia, donde ocurre el despilfarro de recursos y,  a lo privado con la flexibilidad eficiente de que todo lo resuelve.

Se observa el gran escenario, donde reina el poder del monopolio y el  nepotismo en los asuntos de farmacias y medicamentos, es ahí donde comienza a generarse el problema de la salud en Panamá;  poco a poco ese malestar llega a la Caja del Seguro Social (CSS), donde se está separando el concepto de  financiación y provisión de los servicios públicos y privados.

Si el asunto es corregir la anomalía, entonces, jamás debe observarse como malo el interés del presidente de la República, José Raúl Mulino, de poner el freno al escenario del desastre que muchas familias sienten cuando llegan a cualquier centro de salud.