EN EL 50 ANIVERSARIO DE LA GENERACIÓN 74 DEL INSTITUTO NACIONAL

 EN EL 50 ANIVERSARIO DE LA GENERACIÓN 74 DEL INSTITUTO NACIONAL

Por: Jorge Zúñiga Sánchez /Abogado

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En medio de las tensiones sociales que está creando la discusión sobre las reformas a la  C.S.S., hacemos una parada forzada para recordar un evento de sentida trascendencia para la generación de aguiluchos que este año celebran sus 50 años de graduación. No podemos evitar emocionarnos al recordar la alegría con la que en ese momento todos exhibíamos nuestros diplomas, y más que todo, el orgullo de nuestros familiares por ser parte importante  de ese logro académico alcanzado.

Lo que venía por delante, no se nos pasaba por la mente. Para la ocasión, ya muchos habíamos recibido nuestras cédulas “a colores”, así que ya podíamos hacer cosas de adultos. Lo bueno estaba por venir, pues a partir de la fecha, pues nos tocaría tomar decisiones como adultos que marcarían nuestro futuro.

Muchos no teníamos claro qué hacer. Unos  contaban con el apoyo familiar, así que la universidad era el siguiente paso; otros tendrían que trabajar, pero ya iniciábamos con buen pie, la lucha por forjar nuestros destinos. En ese largo y complicado camino, reconocemos lo mucho que nos sirvieron los  consejos “cansones” de nuestros maestros y profesores durante muchos años, y que  sin saber, recibimos “con mala cara”. También fuimos afortunados de contar con el apoyo de nuestros compañeros de aulas, construyendo con  muchos de ellos fuertes vínculos amicales, y hasta relaciones amorosas que aún perduran en el tiempo.

La vida individual de los integrantes de la generación 74, está llenas de historias, experiencias y anécdotas que hablarían por si solas de nuestra determinación por reivindicar el sacrificio de nuestras familias, pues no les fallamos al ofrecernos la oportunidad del estudio. Cómo olvidar el respeto que en nuestros barrios recibíamos de nuestros vecinos y amigos, cuando nos veían sudorosos regresar a casa. ¡Ese es un  institutor!,  y uno sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.

Todavía hoy seguimos luchando, aunque con cabelleras plateadas y con cuerpos cargados de achaques.  No hay satisfacción que se compare  con el compartir con nuestros hijos y nietos, los cuentos de nuestras correrías en esos tiempos, o cuando nos encontramos en la calle con un amigo de esos tiempos y dejamos escapar una sonrisa juvenil de satisfacción. En este punto, debo admitir que con todo y las dificultades que tuve que enfrentar, por nada cambiaría la vida que me tocó vivir, sobre todo por  hombres y mujeres que me acompañaron en ese difícil tránsito.

Sin importar las razones, al atravesar los portones del Instituto Nacional hoy día, nos ha de provocar sentimientos encontrados. ¿Dónde quedó aquella gran  “mole del saber” de la que los aguiluchos de todas las generaciones decimos sentirnos tan orgullosos? Nada hacemos repartiendo culpas ni responsabilidades entre los docentes y las autoridades, pues es la forma nada elegante de sacarle el cuerpo al problema. Todos estamos morosos en el compromiso de recuperar el prestigio del que gozaba el Instituto Nacional, en aquellos tiempos idos.

La celebración es oportuna para poner los ojos en el estado físico actual del Nido de Águilas, pero más nada en convertirla en el faro que usando libros y  estudio, oriente las rebeldías y motivaciones de las nuevas generaciones. En la recta final de nuestra existencia, el  compromiso de rescatar nuestro Alma Mater, sería el acto que daría alta significación a nuestro  paso por esas aulas.

Para concluir, un minuto de silencio para los compañeros y compañeras estudiantes,  que se nos adelantaron en el camino al más allá. Así mismo, nuestro agradecimiento sincero a la plana docente a los que debemos nuestra formación ciudadana, profesional y humana de la Generación 74 del Instituto Nacional. También a nuestros familiares por apoyarnos en nuestro anhelo de alcanzar altas metas. Y en especial, a los aguiluchos de 74 que sin pensarlo con nuestros ejemplo de superación integral permanente de  ayer y hoy, nos convertimos en refrentes de superación para las generaciones del presente y del futuro. ¡Todo por la Gloria Institutora!

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