Una reflexión obligada sobre la vida de Omar Torrijos
Por: Jorge Zúñiga Sánchez
Transcurridos 41 años, las causas de la muerte del Gral. Omar Torrijos aún continúan siendo un misterio. Por allí ruedan muchas hipótesis de sus “simpatizantes y adversarios”, sin que ninguna precise “el quién” ni “el por qué” de su desaparición. Como le miremos, su vida fue controversial. Los cánones de la ciencia política le caracterizan como un dictador, que aunque formado en las escuelas y academias de la que egresaron los Somozas y los Pinochets, preparados para perseguir con rigor, todo pensamiento y acción que sonara a “progresista”.
Sin embargo, las generaciones que consecuentes con los principios democráticos le adversamos, hoy no resulta fácil entender cómo es que “el Dictador” liderizó un proceso de profundas trasformaciones políticas, económicas y sociales, proyecto para el que sumó a “izquierdas y derechas”, logrando juntos la recuperación del Canal de Panamá, y el surgimiento de la clase media panameña.
La transición democrática que también dirigió se complicó con su muerte, pues nada aseguraba que la Guardia Nacional obedecería con disciplina y sin condiciones, “el repliegue a los cuarteles”, necesario para acelerar los vientos democratizadores, que con las reformas constitucionales de 1983 empezaban a soplar con fuerza en el país.
Irónicamente, a la cabeza de los mismos sectores desplazados por las armas en 1968, se da inicio a la “era democrática”, con un pueblo que apostaba a “la fuerza del voto” para seguir la senda del progreso. De ahí en adelante, la sociedad panameña ha venido “de tumbo en tumbo”, viendo impotente la depredación sistemática de las arcas estatales por verdaderas “bandas burocráticas”, y la desvaloración absoluta de la política, al validarse la “compra” de la voluntad electoral.
Y de este desastre, “el partido de Omar” no sale exento de responsabilidades. Son miles los panameños indignados que a diario se preguntan: ¿Omar, por qué te fuiste? Lamentablemente no está ni estará con nosotros, y toca ahora convertir esa creciente decepción, en una poderosa fuerza reparadora.
Como es de costumbre, para esta fecha no faltarán palabras elogiosas “a la vida, pensamiento y obra” de Torrijos, de aquellos “dirigentes” que se sienten herederos legítimo de su legado. De ese Torrijismo que otrora movilizaba masas; que era capaz hasta de desafiar “al imperio”, y que despertaba simpatías hilarantes en los jóvenes latinoamericanos, hoy todo ha quedado reducido a un anecdotario; a una foto para un afiche de campaña, o el cierre final de esos muchos discursos electoreros.
En medio de todo, a lo largo del país muchos hombres y mujeres siguen leales al “Viejo”, y somos muchos de entre sus adversarios, los que en medio de esta crisis política, nos atrevemos a exaltar su grandeza. Así que sin importar el tamaño de los escándalos públicos de sus malos seguidores, ese “Torrijismo reivindicativo” con sabor a patria, no podrá morir. Si queremos levantar al país, “ricos y pobres” tenemos que ponerse de acuerdo. Con Torrijos quedó demostrado que es posible llegar a ese consensar ideas y acciones en el gran proyecto nacional llamado Panamá.